Brasil: Editorial – Luiz Inácio sintió el golpe

Publicamos una traducción no oficial de una Editorial de A Nova Democracia.

“Tenemos hoy el peor Congreso de la historia de la república. Un sistema judiciario egocéntrico y parcial. Un gobierno – que sabemos el motivo, señor presidente –, debilitado, acorralado, que hace alianzas y acuerdos para mantenerse en el poder”. Esto dijo Yakui Tupinamba, líder de ese pueblo, en un evento oficial solemne el día 12 de septiembre. Partiendo de una legítima representante indígena, esta crítica tan franca no podría ser más contundente. Durante este discurso la televisión estatal grabó las “caras y bocas” de Luiz Inácio y Janja, primera dama, en una reacción iracunda a las verdades lanzadas allí en sus caras, como si aquellas palabras fuesen insolencias de gente ingrata. Escena patética, un colérico Luiz Inácio, al tomar la palabra, reprochó a la líder del pueblo Tupinambá con la clara intención de intimidarla, hablando casi a gritos le sugirió “cambiar el discurso”. Con tal grosera insinuación de que la líder indígena no poseía “inteligencia política”, intentó justificar su política de todo al “agronegocio” y poco o nada a los indígenas, campesinos y quilombolas que no entienden “que el gobierno es minoría” en las asambleas legislativas. ¡Madre mía!

Mientras se hacía pasar por un sabelotodo político, para quien inteligencia significa astucia y engaño, Luiz Inácio actuó como un tonto. Si fuera cierta su miserable justificación de la “minoría parlamentaria”, entonces es justo que nos preguntemos: ¿Por qué no vivíamos entre 2005 y 2013 en el “paraíso socialista” pequeño burgués que tanto fue prometido en los programas partidarios del PT y en la palabrería de determinadas figuras oportunistas? Al final, en aquel periodo con acuerdos tan falsos como los de hoy, el PT y sus presidentes reinaron de forma absoluta, con mayoría en ambas asambleas legislativas. No, no es por la falta de “mayoría parlamentaria” y la nunca favorable “correlación de fuerzas” que fuerzan al gobierno oportunista a ser, en la práctica, un gobierno derechista: el gobierno es derechista porque, de facto, sus líderes creen que ningún cambio radical de la sociedad es posible y, por tanto, más vale doblegarse ante las clases dominantes, ganarse su aval para administrar el viejo orden de explotación y opresión del pueblo con la vana promesa de hacerlo menos brutal de lo que lo haría la derecha tradicional y la extrema derecha – y esto, objetivamente, sólo refuerza la esclavitud de las masas pobres al hacerlas creer su política o, incluso mejor, frustrarlas y abonar el terreno para la extrema reacción. Por tanto, Yakui está en lo cierto.

Pero miren, para demostrar que Luiz Inácio no es tan indiferente a las demandas del campesinado, el gobierno anunció recientemente la expropiación de 174,8 mil hectáreas de tierras para la “reforma agraria”. En el portal oficial del gobierno, está escrito que “el objetivo es avanzar en la regularización agraria”. Sí, promover la regulación en la estructura agraria…. Con míseras 174,8 mil hectáreas. Será broma, por no decir de cinismo descarado. Para que tengan una idea del ridículo, el reaccionario “neoliberal” FHC [nota de traductor: Fernando Henrique Cardoso] – como le gusta que le llamen -, en 1998, en tres años de gobierno, expropió 4,9 millones de hectáreas, lo que ya era una broma de mal gusto. Luiz Inácio, en dos años de su tercer gobierno, consigue llegar al 3,5% de lo que FHC hizo en su primer mandato.

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Sobre los incendios, se sabe que ya afectaron directa o indirectamente a más del 60% del territorio nacional. Es obra del latifundio bolsonarista, por las razones económicas y por la voracidad sobre las áreas de frontera agrícola, preservación ambiental y áreas de desmarcación de Tierras Indígenas; además, llama la atención la inacción del gobierno. Pero, sólo esto no explica tal fenómeno. Hay focos de grandes incendios en regiones en que, económicamente, no hay ninguna razón de beneficio inmediato para el latifundio (en São Paulo, por ejemplo); además, llama la atención el grado de coordinación de estas acciones en esas regiones – que nos trae a la memoria las acciones bolsonaristas de noviembre-diciembre de 2022, que se comprobó, tenía un núcleo operacional militarizado, con actuación directa de los servicios de operaciones especiales de las Fuerzas Armadas, con el objetivo de desgastar políticamente al gobierno. Se muestra que el movimiento anticomunsta con significativa base de masas, liderado políticamente por Bolsonaro y las operaciones realizadas por un núcleo organizador militarizado, no muere: sigue vivo, con la misma amplitud y sólo esperando mejores condiciones – y de facto, actuando para construirlas – para volver a la ofensiva total.

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Las elecciones para el ayuntamiento de São Paulo se convirtieron en un escaparate de la desmoralización del proceso electoral. Primero, porque la dinámica de las intenciones de voto van en favor a los candidatos que más rompen con el proceso electoral; las masas tienen identidad, no como el sistema pútrido de la vieja democracia y su falsa electoral, pero con aquellos que las desprecian – porque las propias masas se sienten despreciadas por este sistemas; a las masas les gustan aquellos que perturban este espectáculo horrendo de engaños y venta de ilusiones porque les gustaría también perturbarlo, en la medida en que se sienten perturbados por el sistema. Claro que la extrema derecha, intencionalmente, busca aprovecharse y presentarse como “anti-sistema”, y así manipular la conciencia de las masas para la reaccionarización extrema – y, siendo la única fuerza política del mundo político oficial que socava la vieja democracia, mientras la falsa izquierda la defiende con uñas y dientes y con todas su miseria, acaba por captando a parte de las masas, disputando con el movimiento revolucionario. Sin embargo, cuando Datena decide darle con una silla a Pablo “Bozal”, hace que la dinámica se vuelva contra este: en la opinión pública, nadie lo calificó como absurdo, al final, ¿qué trabajador medio no desearía darle con una silla a cualquier político reaccionario? De todos modos, nadie duda que las elecciones paulistas tienen ahora una fuerte contracorrriente, que tiene mucha más simpatía popular que los demás candidatos: una silla.

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Urge al movimiento popular y democrático levantar alto la bandera del boicot a la farsa electoral, como herramienta de la campaña de desenmascaramiento de la vieja democracia burguesa – dictadura de clase sobre las masas populares –, y en contra de este viejo orden de engaños y opresión a la Revolución Agraria, como primera fase de la Revolución de Nueva Democracia. Las masas en el campo están realizando nuevas tomas de tierras realizadas por grupos armados de autodefensa; en las ciudades crece la desilusión con el camino de la conciliación de clases entre las masas políticamente activas. La palabra de validez permanente, y que en las temporadas electoreras debe tomar el centro de la acción política democrático-revolucionaria, es: “¡Elecciones no, revolución sí!”.

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