
Francia – más allá del 10/09: lucha de clases y barrios populares
A continuación compartimos una traducción no oficial de un artículo publicado por La Cause du Peuple sobre las recientes y masivas huelgas que tuvieron lugar en Francia.
Los días 10 y 18 de septiembre trajeron más cambios de los que algunos podrían imaginar. Como hemos señalado en otros artículos, han surgido nuevas formas de lucha como resultado del análisis colectivo de la situación actual y las experiencias pasadas. Ciertamente la transformación no ha sido completa y por lo tanto, aún no ha podido revelar todo su potencial político, ya que lo nuevo tarda en consolidarse. Uno de los acontecimientos notables que ha recibido muy poca atención es la movilización en los barrios populares, que se materializó en manifestaciones populares en Rennes, Limoges y Lyon. En Lyon, respondiendo a la convocatoria del Comité Populaire d’Entraide et de Solidarité (CPES) [Nota del traductor: Comité Popular de Ayuda Mutua y Solidaridad], al menos 400 personas de las masas populares del barrio de ‘États-Unis’ se manifestaron combativamente para afirmar su rechazo al macronismo y al sistema en general. El 18, esto volvió a ocurrir y derivó en una grave represión policial con arrestos. En el barrio de ‘Kennedy’ (Rennes), las masas se movilizaron de la misma manera y en Limoges participaron en un bloqueo.
Debemos comprender que en los barrios existe, por un lado, el Estado burgués que los abandona socialmente (destrucción de asociaciones, vida social, cierre de escuelas, etc.), que los militariza para “frenar el narcotráfico” (usando la fuerza de una forma que sería inaceptable en cualquier otra parte del país) y que destruye la vivienda pública mediante una política de “renovación” en un intento de gentrificar estos barrios. También tenemos la instrumentalización de los problemas de los barrios populares por parte de políticos oportunistas de izquierda, quienes intentan captar votos y que pretenden representar oficialmente a los barrios porque provienen de ellos, pero que no proponen nada más que la victimización y las urnas. En realidad, tenemos aspectos que parecen contradictorios a primera vista, pero que forman parte de la vieja política del Estado burgués, de sus intermediarios directos e indirectos, conscientes y a veces inconscientes.
Por otro lado, existe un pequeño contingente de la joven generación de comunistas que ha decidido vivir, trabajar y luchar con las masas, porque son ellas quienes hacen la historia. Es trabajo de base, basado en la movilización ante los problemas concretos que enfrentan los habitantes de los barrios populares, lo que ha permitido organizar a cada vez más obreros, madres y jóvenes, desarrollando su conciencia política. Sobre todo, es la línea política seguida la que marca la diferencia, y no la práctica en sí misma, que puede confundirse con caridad/trabajo asociativo. Solo la línea proletaria clasista, que conlleva la lucha por el poder, la politización y la organización de los oprimidos, marca la diferencia con respecto a todas las actividades asociativas/de caridad; tenemos un carácter estrictamente diferente. Los barrios son parte del proletariado, tienen problemas específicos, pero el problema principal es la cuestión del poder, como en todas partes. La gran mayoría de los obreros de los barrios son obreros manuales y empleados, pero también hay propietarios de pequeños negocios que, debido a sus condiciones materiales y sociales de vida, se encuentran mayoritariamente del lado del proletariado.
Es innegable que hubo movilizaciones en barrios populares e incluso grandes movimientos, en un momento determinado, pero su único propósito era mejorar la vida y no transformar la sociedad en su conjunto, impulsar políticas reformistas, no revolucionarias. Durante 40 años, el lema fue: “Escúchennos, por favor, somos franceses, queremos integrarnos”. Dada la respuesta reaccionaria desatada por el Estado y la criminalización de los barrios, se ha tocado fondo: la situación es peor que hace 40 años. El progreso logrado gracias a los miles de millones de dólares destinados a organizaciones no gubernamentales ha creado una clientela para los ayuntamientos y el Estado, que, desde luego, no cuestiona la raíz del problema. Esta clientela solo puede existir porque afirma constantemente que los barrios son diferentes. A menudo escuchamos de boca de viejos activistas desilusionados: “Los barrios tienen su propia historia, su propia vida, su propia existencia”. Pero ¿qué significan estas posturas políticas sino negar que las masas de estos barrios formen parte del proletariado de Francia? Fue una trampa tendida por la reacción, y ahora debemos escapar de ella. Luchar contra la atomización de la clase obrera es, en particular, protegernos del fascismo en un futuro no muy lejano. No puede haber una contraofensiva de la clase obrera contra la burguesía sin una política unificada. Esta es la política comunista, la única correcta, que evita las trampas de los reaccionarios en torno a las “diferencias”.
La decisión histórica de un grupo de jóvenes, en su mayoría de piel blanca y no musulmanes, de romper con sus vidas anteriores es uno de los vectores que definen este primer acto de la recomposición del proletariado. La situación en Francia, una situación revolucionaria con un desarrollo desigual, ya no puede conformarse con falsos debates y debe plantear soluciones en la práctica revolucionaria. Lo que esta juventud observa es que el género, la religión, el color de piel y la cultura son secundarios en la lucha; que solo se necesitan previsión y respeto para que estas no se conviertan en líneas divisorias. Los problemas existen, como en otros lugares, y son de todo tipo, pero primero necesitamos unirnos en una política común que sea la defensa de nuestros derechos como habitantes y proletarios. Importar problemas que existen, pero que las masas no ponen hoy en primer plano, sería totalmente contraproducente; sería izquierdismo. Las mujeres son las protagonistas del retorno de la política revolucionaria a los barrios; este es un hecho de gran importancia frente a todas las mentiras que se dicen o se fantasean. La juventud de origen africano y árabe, por su parte, será un actor clave en la transformación revolucionaria del país; ya constituyen un sector importante con el que luchar. Lo fundamental es que el conjunto de clases populares de este país comparten la misma raíz del problema, un Estado burgués opresor, y la misma solución: la Revolución Socialista.
Implementar una política en los barrios basada en la diferenciación es seguirle el juego a los reaccionarios. Defender una línea proletaria es avanzar hacia la unidad, hacia la solución. Por lo tanto, entendemos que sólo hay un camino hacia la verdad. Es evidente que la línea divisoria se encuentra entre quienes defienden una política de clase y quienes, desde la derecha o la izquierda, pretenden utilizar los barrios y sus poblaciones. La manifestación en Lyon, que reunió a 400 personas, entre obreros, madres, jóvenes y mayores, bajo consignas claramente revolucionarias, es la mejor arma contra la reaccionarización de la sociedad. Así es como debemos combatir al fascismo, no conquistando ayuntamientos. Estos son claramente los elementos que demuestran el regreso a la actualidad de la Revolución Socialista en el país, uniendo a las clases más oprimidas con los comunistas en la forja.