El imperialismo estadounidense lidera la inversión en el saqueo de África

Imagen de cabecera: Donald Trump se reúne con el Ministro de Asuntos Exteriores de Ruanda. Fuente: Getty Images.

El imperialismo estadounidense está tomando medidas para centrar su atención en el socialimperialismo chino, con el objetivo de recuperar posiciones perdidas y estrechar el control sobre los países oprimidos afectados por esta lucha, en este caso, en África. En el marco de este conflicto, el imperialismo estadounidense busca lograr un acceso confiable a las tierras raras, de los cuales China tiene un control casi exclusivo. El imperialismo estadounidense ha intensificado sus esfuerzos y, como resultado, en 2023, por primera vez desde 2012, ha superado a China como el principal inversor extranjero en África.

China, incluyendo considerables reservas dentro de su propio país, también se ha concentrado en saquear las tierras raras de África, entre otros recursos, mediante la adquisición de empresas y fuertes inversiones en operaciones mineras a lo largo del continente durante muchos años, desarrollando de esta manera el capitalismo burocrático en el continente. Las tierras raras son absolutamente cruciales para mantener las cadenas de suministro industrial y militar de EE. UU., y, como tal, el imperialismo estadounidense está buscando alternativas en sus cadenas de suministro en su lucha por contrarrestar la creciente influencia del socialimperialismo chino.

La magnitud del control que el socialimperialismo chino ejerce sobre las tierras raras es tan significativa que los Estados Unidos han considerado necesario intensificar severamente la carrera por adquirir operaciones mineras en África. En 2023, EE.UU. superó a China en Inversión Extranjera Directa (IED) en África por primera vez en una década, invirtiendo aproximadamente 5.800 millones de dólares en comparación con 4 mil millones de dólares de China, según la Iniciativa de Investigación de África de la Universidad Johns Hopkins.

Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), África posee una parte significativa de los minerales críticos para la transición energética mundial, albergando el 55% de las reservas de cobalto, 47’7% de manganeso, 21’6% de grafito natural, 5’9% de cobre, 5’6% de níquel, 1% de litio y 0’6% de mineral de hierro a nivel global. Las adquisiciones estadounidenses en la región están dirigidas por una agencia gubernamental creada en 2019: la Corporación de Financiamiento al Desarrollo Internacional de EE.UU. (DFC), establecida durante el primer mandato de Trump, y cuyo propósito es “mejorar el liderazgo económico global de EE.UU. y contrarrestar la presencia de China en regiones estratégicas”, como se indica claramente en su propia página web.

Un ejemplo de cómo la DFC facilita el saqueo de tierras raras es su adquisición de una empresa en Ruanda llamada Trinity Metals. En 2024, la empresa minera ruandesa Trinity Metals aseguró una subvención de 3’9 millones de dólares de la DFC para llevar la cadena de suministro directamente a los Estados Unidos. Trinity Metals es el mayor productor de estaño en Ruanda y también produce tantalio y tungsteno. Cabe señalar que Ruanda, como un país semicolonial y semifeudal liderado por Paul Kagame, un lacayo del imperialismo, es utilizado por el imperialismo estadounidense en su lucha contra el socialimperialismo chino, para saquear los recursos minerales de la República Democrática del Congo (RDC), tal como explicamos en relación con la guerra en el este del Congo:

Si se observan las mayores inversiones de la DFC, se encontrará que una de las más grandes, por valor de 553 millones de dólares, está destinada a la “modernización, rehabilitación, operación y mantenimiento de una línea ferroviaria de 1.289 kilómetros en Angola, que va desde el puerto de Lobito hasta Luau [desde la frontera con Congo hasta la costa del océano Atlántico] (el ‘Corredor de Lobito’), así como a un puerto mineral en Angola para facilitar las exportaciones de cobre y cobalto desde la República Democrática del Congo (RDC) hacia la costa del océano Atlántico”. Este corredor de Lobito contrarresta “el socialimperialismo chino al ofrecer una ‘alternativa’ a la Iniciativa de la Franja y Ruta y fortalecer el control del imperialismo estadounidense en la región, principalmente en la RDC, Angola y Zambia”.

Esto es un claro intento de desviar el saqueo de tierras raras de la República Democrática del Congo, que posee las mayores reservas de cobalto del mundo, incluyendo cantidades sustanciales de cobre, lejos de la infraestructura china centrada principalmente en la costa oeste de África, en un intento por establecer una cadena de suministro que sirva al imperialismo estadounidense.

El imperialismo estadounidense no solo está adquiriendo las materias primas, sino que también está obteniendo refinerías. Un ejemplo de ello es la empresa estadounidense ReElement, que según ellos, “se asocia con la firma de inversión sudafricana Novare para construir las primeras instalaciones de refinación de elementos críticos y de tierras raras en África, en Sudáfrica”. Las plantas “producirán carbonato de litio de alta pureza, óxidos de tierras raras y otros minerales críticos”, y la producción está destinada a satisfacer la creciente demanda en la industria de defensa y baterías tanto en África como en América del Norte. Con estas declaraciones, los imperialistas intentan ocultar su saqueo bajo la farsa de ser un “socio”, una fachada utilizada por las potencias imperialistas en los países del Tercer Mundo. Sin embargo, sus actos muestran un agravamiento del saqueo de los recursos mineros, que deja a su paso pobreza y guerra. Mientras tanto, los gobiernos lacayos de la región venden la tierra a pedazos, ya sea directamente a las empresas imperialistas o a través de empresas “nacionales” que solo sirven a los intereses de los imperialistas.

En su último comunicado sobre la guerra de Sudán, la Liga Antiimperialista declaró de forma clara: “Lo que sucede hoy en Sudán sigue un patrón que se repite en todo el mundo: dependencia económica, control militar, masacres y silencio internacional. La destrucción en Sudán no es una tragedia aislada, sino un reflejo del orden imperialista global. El mismo sistema sigue operando en el Congo, Palestina, Haití y en cada rincón del mundo explotado. En todas partes vemos el mismo patrón: dependencia, guerra y silencio. Romper esta cadena ya no es un llamado moral, sino una necesidad para la supervivencia de la humanidad”.

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