Chile – El Pueblo: Notas sobre el fascismo y el corporativismo
(Primera Parte)
A continuación compartimos un artículo publicado en la edición número 100 del periódico El Pueblo de Chile.
Desde hace algunos años -y aún más en el último tiempo-, se han multiplicado las acusaciones de fascista a José Antonio Kast. En gran parte son justas estas acusaciones, las propias intervenciones y las credenciales de este sujeto lo caracterizan como fascista. Parte del problema pasa porque el fascismo y la corporativización de la sociedad tiene en Kast apenas a uno de sus representantes, uno que sabe usar la vieja “democracia representativa” y sus reglas. El problema más serio comienza con aquellos que se colocan detrás del juez a gritar ¡Ahí va el fascista! ¡Ahí va! Éstos, con disfraz de demócratas o socialistas, esconden sus posiciones corporativistas pero terminan defendiendo acérrimamente la misma Constitución del ‘80 que antes criticaban, y pretenden presentarse como nuestros “héroes” sin azañas o nuestros demócratas burgueses sin revoluciones democrático burguesas.
Por Centro de Investigación Popular Juan Segundo Leiva
Para entender el fascismo, es necesario entender qué es el Estado y la naturaleza de clases de este. Marx plantea que “los orígenes de los Estados se pierde en un mito, en el que hay que creer, pero que no se puede discutir.” Por su parte el gran Lenin afirmaba que “el problema del Estado es uno de los más complicados y difíciles, tal vez aquel en el que más confusión sembraron los eruditos, escritores y filósofos burgueses”.
Para Lenin, el Estado es la violencia organizada, dice que mantener un régimen de explotación es imposible “sin un aparato permanente de coerción”, sin “una máquina para que una clase reprima a otra”. Y precisa más esta cuestión: “Esta máquina puede presentar diversas formas. El Estado esclavista podía ser una monarquía, una república aristocrática e incluso una república democrática. En realidad, las formas de gobierno variaban extraordinariamente, pero su esencia era siempre la misma: los esclavos no gozaban de ningún derecho y seguían siendo una clase oprimida; no se los consideraba seres humanos.”
Lenin aclara que “todo Estado en el que existe la propiedad privada de la tierra y los medios de producción, en el que domina el capital, por democrático que sea, es un Estado capitalista, una máquina en manos de los capitalistas para el sojuzgamiento de la clase obrera y los campesinos pobres. Y el sufragio universal, la Asamblea Constituyente o el Parlamento son meramente una forma, una especie de pagaré, que no cambia la esencia del asunto.” Insistía en que la forma de dominación del Estado pueden variar “pero el poder está siempre, esencialmente, en manos del capital, ya sea que exista o no el voto restringido u otros derechos, ya sea que se trate de una república democrática o no; en realidad, cuanto más democrática es, más burda y cínica es la dominación del capitalismo.” “El capital, una vez que existe, domina la sociedad entera, y ninguna república democrática, ningún derecho electoral pueden cambiar la esencia del asunto.” Esto se vuelve más agudo e insostenible bajo el imperialismo.
Tomaremos los planteamientos del Presidente Gonzalo sobre esta importante cuestión. Él señala que también Lenin va a hacer ver que, con el imperialismo, las fuerzas armadas se potencian mucho más y que toda la economía se militariza, que la burocracia crecía inmensamente y que el aparato se hacía cada vez más represivo, pero no tuvo la ocasión de ver el fascismo. El fascismo va a surgir como una necesidad del estado burgués para frenar la revolución. El fascismo no levanta cabeza ni surge en Rusia porque la revolución proletaria triunfa. Conforme la revolución se desenvuelve en Europa, el fascismo se presentará en escena y desarrollará una aguda “lucha contra el parlamento hasta que lo aplasta.” Es importante destacar que Marx, mucho antes, ya había formulado que el sistema burgués está estrechamente relacionado con el fortalecimiento del poder ejecutivo en detrimento del poder del parlamento, que decrece. Este fortalecimiento del ejecutivo no es otra cosa que su creciente reaccionarización.
Es de suma importancia insistir en el hecho que un Estado es siempre una dictadura. Por lo mismo, la experiencia de gobiernos autoritarios es un fenómeno anterior a los regímenes fascistas. Igualmente, regímenes basados en el terror son anteriores al fascismo, por lo tanto el terror -y no obstante el uso sofisticado que hacen del terror- no es una de sus principales características.
Algunos rasgos típicos del fascismo y el corporativismo es posible encontrarlos con anterioridad. Marx, siempre visionario en muchas cosas, analizó el fenómeno del bonapartismo. Su libro “El dieciocho brumario de Napoleón Bonaparte”, es un rico manantial de conceptos políticos que contribuyen a comprender el fascismo y la reaccionarización del Estado. En este sentido, el bonapartismo tiene relación con que la propia lucha de clases genera sus “héroes”, o sea, personajes, muchas veces grotescos, que eventualmente se vuelven los salvadores del momento, en particular los salvadores de las clases dominantes, en tanto sus representantes. Estos son los führer, los “conductores”. Este es el caso, por mencionar algunos, de Chile o Perú, Argentina o Uruguay en los 70 y 80 del siglo XX en que las dictaduras militares fascistas, con sus respectivos “conductores”, terminan a través de golpes de Estado por derrumbar los regímenes “democrático representativos” que ya estaban sumidos en profundas crisis, y como señaláramos, se volvían insuficiente para el ascenso revolucionario de las masas obreras y campesinas.
En el caso del surgimiento del fascismo en Alemania es importante comprender el impacto que tuvo la revolución de octubre y el fracaso de su propia revolución proletaria en 1919 en Alemania, que fue una revolución abortada. Los socialdemócratas alemanas (revisionistas de aquel entonces) llegan al gobierno bajo el amparo de Hindenburg, lo hacen sirviendo al orden y recurren al ejército para aplastar la revolución alemana y mantener el viejo orden. Con esto se allanó el camino para el surgimiento del nazi-fascismo.
Tras su ascenso en la década de 1920, Hitler y su partido conquistará una mayor influencia, apoyado por la burguesía financiera alemana e internacional, incluso la de EEUU. Aspiraban a contener la revolución y el comunismo, además de actuar contra la Unión Soviética. Era la contrarrevolución en marcha.
Sin embargo, el origen del fascismo está en el Japón. “La acción se polariza -señala el Presidente Gonzalo- entre revolución y contrarrevolución y las formas demoburguesas y los idearios demoliberales son insuficientes para contener la revolución, de ahí la necesidad del fascismo.” Desde principios del siglo XX, sectores militaristas desarrollan una lucha aguda contra los liberales parlamentaristas japoneses, al mismo tiempo que el ascenso del movimiento obrero y campesino japonés sembraba el terror entre los imperialistas y monopolistas (zaibatsu). Esto determinó un desenlace a favor de los “estatistas” militaristas, el aplastamiento del parlamento, y la derrota de los obreros y aparceros. Esto por mencionar algunos de los ejemplos en que abunda la historia mundial.
El fascismo no es igual en todas partes, tiene formas concretas según las condiciones histórico-políticas en que se desenvuelve y el grado de desarrollo de la revolución que enfrenta, incluso, puede convivir con el parlamento por un tiempo, encarnándose esto en forma de dilema en algunos de sus representantes. El fascismo, no obstante sus diferencias histórico concretas, tiene cosas generales que les son comunes: barre todo lo que es democrático-burgués, potencian el nacionalismo (chovinismo), usa la demagogia social, supuesta lucha contra los ricos (o los ricos se cuidan solos), grandes ofrecimientos a las masas (el “cambio radical”).
Un importante dirigente de la Internacional Comunista, George Dimitrov, considera al fascismo como Estado que representa y defiende los intereses de la burguesía financiera (gran burguesía imperialista), introduciendo los criterios fascistas de negación y rechazo de los principios demoli-berales, rechazando el orden demoburgués parlamentario para plantear el corporativismo y que además usan el terror, usan política blanda y política dura. Respecto del terror lo que hace el fascismo es desarrollar más violencia como un instrumento paralizante y de dominio, para lograr sus objetivos de aplicar sus objetivos fascistas y el orden corporativo (objetivo político). Es por esto que una cuestión clave en la comprensión del fascismo es que no se puede caracterizar solo por el terror, sino en la negación de las libertades burguesas.
Como forma de enfrentar el ascenso de la protesta popular y la revolución, y cuando las formas demo-representativas ya no son suficientes para contener esto, la reacción trata de implantar el régimen fascista, el Estado corporativo, la organización vertical de la sociedad basada en la trinidad fascistas: empresarios-funcionarios (o tecnócratas-trabajadores), con una centralización política del poder en el Ejecutivo.
Todo Estado es una dictadura. Esta dictadura puede desenvolverse, como ha pasado desde el siglo XX bajo la forma de democracia representativa o bajo la forma de gobiernos militares, puede hacerlo en momentos cruciales o cuando tiene la urgencia de defender o desarrollar el orden de explotación imperante. El Estado terrateniente-burocrático, como el Estado chileno, oprime al pueblo, especialmente a obreros y campesinos, golpea a la pequeña burguesía y restringe a la burguesía media o nacional. Esta dictadura conjunta de dos clases (grandes terratenientes y gran burguesía), su sistema de gobierno, ya sea democracia representativa o corporativismo, y la política que la guíe, demoliberal o fascista, respectivamente, explota y oprime al pueblo.
Más complejo se torna todo esto cuando los revisionistas (partidos obreros burgueses) desenvuelven en los hechos una concepción política fascista y buscan corporativizar la sociedad. En este sentido, un farol para muchos es el falso Partido Comunista que gobierna hoy en China.
Después del golpe contrarrevolucionario dado el año 1976, el glorioso partido fundado por el Presidente Mao Tse-Tung, se convirtió en un partido fascista (tal como él lo había advertido en relación a la actuación de la derecha al interior del partido) y su régimen, más allá de conquistas que les sobrevivieron a los trabajadores, se convirtió en un régimen contrarrevolucionario, un sistema basado en la restauración capitalista, con aspiraciones a convertirse en potencia imperialista y en el largo plazo en superpotencia hegemónica a nivel mundial. Para ello, hatenido que desenvolver fascismo y corporativizar la sociedad china. Estas son cuestiones de gran relevancia comprender en el momento actual.
(Continúa en una próxima edición)