Del “Llamamiento por la Paz y una Sociedad Democrática” al 12º Congreso del PKK. El proceso de liquidación, desintegración estratégica y capitulación ideológica completadas

¡Proletarios de todos los países, uníos!

Del “Llamamiento por la Paz y una Sociedad Democrática” al 12º Congreso del PKK. El proceso de liquidación, desintegración estratégica y capitulación ideológica completadas

El 12º Congreso del PKK y el “Llamamiento por la Paz y una Sociedad Democrática” de Abdullah Öcalan no deben ser evaluados meramente como un giro táctico o una reconfiguración organizacional. Deben ser entendidos como la expresión concreta de una ruptura cualitativa dentro de la orientación ideológica del movimiento. Esta orientación representa una clara ruptura con el carácter revolucionario histórico de la lucha de liberación nacional kurda y su la estrategia de independencia política basada en el principio del derecho a la autodeterminación de las naciones (DADN). También refleja un esfuerzo hacia la reconstrucción ideológica y la integración en el sistema existente.

Conceptos como “nación democrática”, “patria común”, “sociedad moral política”, “confederalismo democrático” y “solución sin Estado” mientras que aparentan ser modelos alternativos a formas existentes del poder, se basan en un enfoque posmoderno que abandona la estrategia revolucionaria, la lucha de clases, el derecho de los oprimidos a la lucha y resistencia armadas contra la tiranía, y la lucha por la independencia nacional. Así forman un basamento ideológico de una estrategia liquidacionista que apunta a los movimientos de liberación genuina de los pueblos y naciones oprimidas.

El 12º Congreso y declaraciones adjuntas distorsionan la legitimidad de la lucha de la nación kurda que ha sido librada desde el siglo XX. Definen esta lucha como un “ciclo de violencia”, caracterizan la resistencia armada como una “carga del viejo paradigma”, y afirman que la nueva era debe ser formada sobre la base de una “solución democrática, moral y pacífica”. Esta posición, sin embargo, niega la resistencia histórica colectiva de la nación kurda, la cual permanece bajo la ocupación de Estados coloniales y anexionistas a través de las cuatro partes de Kurdistán. Este enfoque trata al Estado-nación no como un instrumento de la dominación de clase, sino solamente como “institucionalización del pensamiento patriarcal” cayendo en una línea idealista que explica la historia no a través de la lucha de clases sino a través de crisis éticas abstractas.

Desde 1999, la línea ideológica desarrollada progresivamente por Abdullah Öcalan rompió con la lucha armada, el anticolonialismo y las influencias socialistas adoptadas por el PKK en los años 80 y 90 del siglo pasado. Evolucionó hacia una posición que ya no contradice las políticas de reestructuración del sistema imperialista y en algunos casos se solapa con ellas. El 12º Congreso marca la institucionalización final y la declaración política de esta reconstrucción ideológica.

El discurso ha avanzado bajo el nombre de una “solución democrática” y sirve para negar el carácter anexionista y ocupante del Estado burgués feudal turco y para deslegitimar el derecho a la autodefensa de la nación kurda. Dentro de este discurso, las políticas centenarias de aniquilación, asimilación, exilio y represión sistemática impuestas sobre la nación kurda por el Estado turco son reducidas a “autoritarismo” o “desviación nacionalista” mientras que el carácter de clase del Estado es ignorada. El sistema ideológico de Öcalan no ofrece análisis de clase sobre esta estructura. El Estado turco no se ve representado como un aparato ocupante y anexionador sino como un actor capaz de la “transformación mediante el diálogo”. Esto contradice tanto los principios analíticos del Marxismo-Leninismo-Maoísmo como la experiencia histórica de la nación kurda.

Las negociaciones con el Estado no producen ningún cambio real en las políticas fundamentales del Estado burgués feudal turco. Esta línea ideológica retira de forma efectiva la legitimidad de la lucha revolucionaria, elevando la paz de una táctica a una estrategia y revelando que la linea de Öcalan ha tomado una posición ideológica de oposición sistemática a la guerra de clases y a la violencia revolucionaria.

De la misma forma, la decisión del PKK de disolverse y el fin de la lucha armada significa la implementación interna interna de las condiciones impuestas por el Estado turco y su implementación unilateral. El llamamiento hecho a la Gran Asamblea Nacional de Turquía (TBMM) y los Partidos políticos en la declaración del Congreso, junto con la esperanza de que el Estado asuma un “rol histórico” reflejan aceptación de la legitimidad de la estructura colonial existente.

La oposición de Öcalan al socialismo no es una mera divergencia teórica. Constituye la liquidación de la base ideológica de la lucha revolucionaria. Este enfoque tacha a la teoría marxista de clase como “dogmatismo del viejo mundo” y la propone conceptos como “sociedad moral”, “individuo libre” y “conciencia mitológica”. Al rechazar la base materialista histórica del socialismo, centrándose en un marco idealista, individualista y culturalista formado por ideologías imperialistas, especialmente el posmodernismo.

Por esta razón el 12º Congreso y el “Llamamiento por la Paz y una Sociedad Democrática” no son un simple texto de reconciliación, sino un proceso de liquidación que abandona la línea revolucionaria, la lucha de clases, el socialismo y la perspectiva de liberación nacional. Esta línea legitima no sólo las políticas actuales del Estado turco sino que también invalida la lucha de autodefensa de la nación kurda anticolonial y contra la anexión, y condena el socialismo como una “reliquia represiva del pasado”. La oposición de Öcalan a las soluciones estatistas niegan de forma efectiva la necesidad temporal del Estado proletario como el poder revolucionario de los oprimidos.

Reducir este proceso a un debate interno dentro del movimiento nacional kurdo, subestima su significado objetivo. Que un movimiento como el PKK, que durante décadas libró la lucha revolucionaria contra el imperialismo, anexión, colonialismo y fascismo, haya adoptado tal trayectoria, afecta no sólo a la nación kurda sino también a los movimientos más amplios de la región.

El Significado del Proceso de Liquidación desde una perspectiva Marxista-Leninista-Maoísta

La orientación adoptada mediante el 12º Congreso del PKK y el “Llamamiento por la Paz y una Sociedad Democrática” de Öcalan no representa solamente una transformación organizacional dentro de un movimiento nacional. También representa a una liquidación cualitativa. Esta liquidación constituye un ataque directo contra el principio de la violencia revolucionaria, la construcción de la liberación nacional basada en la independencia, y las legítimas lucha y resistencia armadas de los pueblos y naciones oprimidas ante las clases dominantes. Este aspecto de la línea de Öcalan no sólo refleja una ruptura con el pasado del movimiento kurdo, sino también una forma posmoderna, reformista y pacifista de asalto contra la teoría revolucionaria. En este sentido, se convierte en una parte de una contraofensiva ideológica mundial de la burguesía.

El Marxismo-Leninismo-Maoísmo define clara y cabalmente la estrategia revolucionaria mediante conceptos como la dictadura del proletariado, la violencia revolucionaria, la guerra popular, y el derecho de las naciones oprimidas a la autodeterminación. La estrategia de la Guerra Popular desarrollada por Mao Tsetung enfatiza que la lucha librada por las naciones oprimidas contra el imperialismo y el feudalismo no es solamente un proceso defensivo sino ofensivo que apunta al poder revolucionario. Mao caracteriza esto como la forma inevitable de revolución en países coloniales y semicoloniales. Esta guerra no es solamente una confrontación armada, sino también movilización ideológica, política y militar del pueblo y la nación.

Sin embargo la línea de Abdullah Öcalan y del 12º Congreso desarrollan una oposición ideológica a todos estos principios revolucionarios universales. Conceptos como “superar la lucha armada”, “hacer de las soluciones pacíficas el fundamento estratégico”, “democracia sin Estado”, e “individuo libre” apuntan directamente a la estrategia revolucionaria de clase del Marxismo-Leninismo-Maoísmo.

Bajo este punto de vista, el Estado es reducido meramente como una forma de dominación, y el “compromiso democrático” es propuesto en lugar de la violencia organizada del pueblo. De esta forma, el carácter de clase del Estado es difuminado y la lucha de clase confinada dentro de un marco reformista. La práctica histórica del Marxismo-Leninismo-Maoísmo destaca la naturaleza contrarrevolucionaria del liquidacionismo. Lenin, en su lucha contra los liquidadores mencheviques, enfatizó la necesidad del levantamiento armado y la organización revolucionaria, definiendo el pacifismo como una herramienta ideológica de la clase burguesa. Mao Tsetung condenó las tesis liberales burguesas de la “evolución pacífica” durante la revolución china y construyó la base ideológica de la línea de la Guerra Popular al oponerse a estas tendencias.

Por lo tanto la caracterización del PKK de la lucha armada como una “carga del pasado” y la presentación de la guerra de guerrillas como una “experiencia histórica negativa” no son solamente una preferencia táctica, sino un ataque ideológico contra el ideal de socialismo.

Otra dimensión de esta ruptura se hace evidente en las relaciones establecidas con el imperialismo. De acuerdo con el Marxismo-Leninismo-Maoísmo, el imperialismo es el principal enemigo de los pueblos del mundo, y las luchas de liberación de las naciones oprimidas se deben librar contra él. La línea de Öcalan le da la vuelta a este principio fundamental y avanza a una orientación política integrada en proyectos de reestructuración regionales del imperialismo.

En el caso de Rojava, las relaciones establecidas con la coalición imperialista dirigida por los EE.UU., pueden ser explicadas no por la lucha revolucionaria sino por el esfuerzo de conseguir tomar una posición dentro del sistema. En lugar de ser cooperación militar, son una relación estratégica de dependencia, transformando al movimiento kurdo de ser un sujeto revolucionario a un actor dentro de las dinámicas imperialistas de poder.

Este paradigma desarrollado después del 1999 por Öcalan, apunta a los conceptos centrales teóricos del Marxismo-Leninismo-Maoísmo y propone bases filosóficas nuevas centradas en la conciencia mitológica, la sociedad moral, individuo libre y solución sin Estado. Estos conceptos podrían parecer inicialmente innovaciones “revolucionarias”, pero en realidad reemplazan la lucha de clases con reformas culturales, movimientos colectivos populares con conciencia individual, y ruptura revolucionaria con la adaptación al sistema.

De acuerdo con el Marxismo-Leninismo-Maoísmo, la renovación de los movimientos revolucionarios es posible sólo manteniendo su esencia ideológica mientras se adapta tácticamente a las nuevas condiciones. Esto significa extender la lucha con flexibilidad táctica sin abandonar sus objetivos estratégicos. La línea de Öcalan, sin embargo, abandona completamente los objetivos estratégicos revolucionarios, reconciliándose ideológicamente con los proyectos reformistas del sistema imperialista. Opera bajo la asunción de que “la revolución es imposible”, priorizando la transformación del sistema en lugar del pueblo. El discurso de “sociedad sin estado”, “solución no violenta” y “identidades basadas en el pluralismo” expresan esta orientación reconciliadora reformista.

Este proceso de liquidación se manifiesta no sólo a nivel teórico sino también a nivel organizativo. La decisión del PKK de finalizar la lucha armada lleva al reemplazo de la forma organizativa con estructuras que operan completamente dentro dentro del sistema. La forma de lucha propuesta bajo el nombre de “políticas democráticas” significa la retirada hacia espacios legalmente reconocidos y definidos por el Estado, produciendo una oposición limitada a los marcos parlamentarios y renunciando a la autodefensa.

El Marxismo-Leninismo-Maoísmo define al pueblo como fuerza principal de la transformación revolucionaria, pero el pueblo no entendido meramente como identidad cultural. El pueblo como una clase definida, organizado, armado y como sujeto consciente. La línea de Öcalan, sin embargo, define al pueblo como entidad cultural y propone su liberación a partir de una “transformación ética”. Este enfoque pacifica la naturaleza revolucionaria del pueblo y le arrebata su carácter como sujeto. Conceptos como “conciencia”, “ética” y “autogobierno” reemplazan la guerra de clases con una concepción del mundo idealista e individualista.

A lo largo de la historia, el Marxismo-Leninismo-Maoísmo siempre ha entendido la lucha ideológica contra el liquidacionismo como parte de la lucha de clases. La lucha de Lenin contra los mencheviques, la lucha de Mao contra las líneas oportunistas de derecha, y la lucha de İbrahim contra el revisionismo, son ejemplos históricos de esto. La línea actual del PKK debe ser evaluada como igualmente un movimiento liquidacionista. La posición del Marxismo-Leninismo-Maoísmo frente a ello debe ser no solamente la crítica, sino la reconstrucción revolucionaria y la resistencia ideológica.

El Rechazo del Derecho a la Autodeterminación de la Nación Kurda

El derecho de nación kurda a la autodeterminación (DADN) es tanto históricamente como en el presente, uno de los principios fundamentales de la lucha de la nación kurda por la libertad. Desde la perspectiva de la teoría Marxista-Leninista, el DADN constituye la base legítima y revolucionaria para la resistencia de las naciones oprimidas contra la opresión nacional. Este derecho no está limitado a un reconocimiento cultural o al autogobierno local; también incluye el derecho a la secesión y a un Estado independiente.

Pero la orientación expresada en la línea de Öcalan y en el 12º Congreso rechazan abiertamente este derecho fundamental. En cambio, proponen una política de integración mediante basada en conceptos como “solución sin Estado”, “patria común” y “nación democrática”. Esto constituye no sólo un cambio ideológico, sino una declaración de capitulación histórica.

Lenin definió el DADN como el derecho de las naciones oprimidas a decidir su propio destino. Argumentó que negar este derecho fortalece el chovinismo de la nación opresora y debilita la solidaridad revolucionaria, y declaró que el internacionalismo proletario requiere el reconocimiento del derecho a la secesión de las naciones oprimidas. Para Lenin, una nación sólo puede ser libre si todas las naciones son libre. Por lo tanto este derecho no es solamente un reconocimiento teórico sino un principio práctico de lucha. La exigencia de la independencia es una parte inseparable de la lucha antiimperialista y anticolonial librada por un propósito revolucionario.

La nación kurda vive bajo la opresión sistemática por regímenes anexionadores, ocupantes, negacionistas y asimilacionistas, a pesar de diferencias en sus formas. En el caso de Turquía, esta opresión se manifiesta mediante una política total dirigida contra el idioma, identidad, territorio y organización social. Desde la fundación del Estado burgués feudal turco formado por el Tratado de Lausana, y la Constitución de 1924, la nación kurda ha sido legalmente negada, físicamente reprimida e ideológicamente demonizada.

Desde su fundación en el 1978, el PKK, ha librado una lucha revolucionaria contra esta estructura con el objetivo de llevar a término el DADN encarnado en la perspectiva de un Kurdistán independiente, unido, democrático y socialista. Sin embargo, después de 1999, la línea desarrollada por Öcalan rompió con esta perspectiva fundamental. Caracterizó al objetivo de establecer un Estado como “una obsesión estatista”, haciendo pasar a las aspiraciones de la nación kurda por la libertad como “una trampa de las tendencias nacionalistas”, y afirmó que la liberación sería lograda mediante la construcción de una sociedad democrática sin Estado.

A pesar de que este enfoque a simple vista podrían parecer radical, en realidad representa una orientación ideológica que borra la idea de independencia y liberación, y favorece la reconciliación con el sistema anexionista y ocupante. Una solución sin Estado no busca el derrocamiento de los Estados anexionistas y ocupantes existentes, sino la transformación dentro de ellos. La lucha de la nación oprimida se reduce a estrechos marcos como las asambleas locales y al autogobierno.

En este contexto, la narrativa de una “patria común” funciona como una reproducción de las tesis del Estado turco de “unidad indivisible”. La postura de Öcalan de que “los kurdos no están condenados a la falta de Estado, y la libertad se logrará de hecho mediante la falta de Estado”, se alinea con la ideología turca oficial, la cuál define el derecho a la secesión como una “causa de guerra”. Esto representa no sólo el rechazo de un derecho revolucionario, sino el reconocimiento de la legitimidad ideológica del Estado ocupante y anexionista. En este enfoque, la resistencia histórica de la nación kurda es reducida al nivel de una “reforma identitaria”, mientras que la unidad indivisible del poder soberano es aceptada implícitamente.

La línea de Öcalan abandona el derecho revolucionario de la nación kurda a la secesión y en cambio busca una solución basada en la asociación con la soberanía turca. El objetivo de este enfoque no es solamente una reconciliación con el Estado turco, sino posicionarse como un actor aceptable dentro del sistema mundial ganándose la confianza de las potencias imperialistas. Conceptos como “democracia sin Estado”, “pluralismo” y “sociedad ecológica” coinciden con las estructuras ideológicos hegemónicas del sistema imperialista contemporáneo. No ofrecen una crítica transformativa de la modernidad capitalista, sino que son propuestas por un “modelo de gobernanza alternativa” compatible con ella.

En la práctica, esto resulta en reemplazar formas de lucha basadas en la violencia revolucionaria en favor de un movimiento que colabora con las ONG’s internacionales, demandas reformistas y quedar confinado en la democracia local. Así, los principios fundamentales revolucionarios como el DADN es así disuelto dentro de un entendimiento posmoderno de “localismo”.

La teoría de Öcalan, lo que hay en lugar del DADN es la “transformación moral del “ndividuo libre”. Esto despoja al pueblo de ser un sujeto revolucionario y reduce su lucha de un ámbito político de clase e histórico, a un plano moral. De acuerdo con el Marxismo-Leninismo-Maoísmo, el pueblo es un sujeto que decide su destino colectivamente mediante la lucha de clases. El derecho a la secesión es la forma estatal de la voluntad de este sujeto. Lenin declaró que “la forma más revolucionaria de lucha contra la opresión nacional es defender abiertamente el derecho de la nación oprimida a la secesión”, y afirmó que este derecho debe ser reconocido por los revolucionarios tanto de las nación oprimida como de la nación opresora.

Las decisiones del 12º Congreso del PKK declaran que este derecho ya no se defiende organizativamente. La decisión de disolver el PKK y de acabar con la lucha armada muestran que la línea se ha convertido en capitulación de facto, no sólo ideológica. Los llamamientos hechos en el Congreso a la Gran Asamblea Nacional Turca expresan reconocimiento de la legitimidad del Estado turco. Acabar con la guerra de guerrillas significa abandonar la autodefensa. Todo ello muestra claramente que la línea de Öcalan ha liquidado el DADN.

La consecuencia teórica y política de esta liquidación es el confinamiento de la lucha nacional kurda en el marco de los Estados anexionistas y ocupantes. En lugar de ruptura revolucionaria, ofrece integración reformista. Esto se alinea con las estrategias de “resolución de conflictos” planteadas por el sistema imperialista en la región. En este modelo, se pone bajo control a actores locales, se plantean exigencias identitarias separadas del carácter de clase y se promueven transformaciones sistémicas. Este modelo se solapa enteramente con el programa político propuesto por la línea de Öcalan.

La legitimación de la Estructura Ocupante y Anexionista del Estado turco

Desde su fundación, la República de Turquía fue construida de acuerdo con los intereses de las clases dominantes turcas dentro de una geografía multinacional. Surgió no sólo como un reproductor de relaciones capitalistas de producción, sino también como un aparato de dominación que estableció la soberanía de la nación turca por encima de otros pueblos y comunidades nacionales mediante la fuerza. El carácter anexionista no es sólo una forma política externa sino una característica fundacional enraizada en la estructura interna del Estado: su sistema legal, aparato educativo, organización administrativa, ideología, y memoria histórica. Por esta razón, el Estado turco es tanto el obstáculo primario de la nación kurda al DADN, y la dictadura de clase histórica con el cometido de obstruir el ejercicio de este derecho.

De acuerdo con la teoría Marxista-Leninista-Maoísta, los Estados-nación son estructuras mediante los que la burguesía institucionaliza su propio mercado y dominio de clase. El establecimiento de la República de Turquía no fue una revolución burguesa sino una reorganización de una estructura centralizada, militarista-sultanista heredada del Imperio Otomano, de acuerdo con los intereses de la burguesía moderna. Esta reorganización empezó con la destrucción de los pueblos no musulmanes en Anatolia (armenios, griegos, asirios) y se institucionalizó con políticas sistemáticas contra la nación kurda. Desde el levantamiento del Sheikh Said en 1925, la masacre de Dersim en 1937-38, el golpe de 1980, las destrucciones de aldeas y evacuaciones en los 90 del siglo pasado, el Estado turco usó la violencia armada en cada periodo para suprimir la lucha de la nación kurda.

A pesar de esta clara realidad histórica, la línea de Abdullah Öcalan y el 12º Congreso del PKK niegan u ocultan el carácter colonial del Estado turco. Conceptos y propuestas como “patria común”, “compromiso democrático”, “llamamiento a la Gran Asamblea Nacional Turca”, o la “capacidad del Estado para la transformación democrática” se han convertido en herramientas ideológicas para servir a esta legitimación. La represión sistemática de este Estado anexionista y ocupante es caracterizada como “errores aislados”, “mala gobernanza” o “desviaciones nacionalistas”, y el Estado es presentado como una estructura que se puede transformar mediante la reforma.

La afirmación de Öcalan de que “el Estado se puede reformar” es una prueba clara de que esta línea evita deliberadamente realizar un análisis de clase del Estado. El Estado es el instrumento mediante el cual la clase dominante mantiene su poder mediante la fuerza. En el caso de Turquía, esta clase dominante consiste en la burguesía compradora y los terratenientes, organizados mediante su ejército, burocracia, aparato de inteligencia y fuerzas de seguridad.

La nación kurda es el objetivo directo de este aparato. El Estado usa sistemáticamente todos los medios legales e ilegales para evitar que la nación kurda ejerca su DADN. Esta estructura no puede ser transformada mediante reformas o mejoras constitucionales; sólo puede ser derrocada mediante la ruptura revolucionaria.

Sin embargo, Öcalan expresa repetidamente su creencia en la posibilidad de la transformación del Estado. Mediante discursos como una “nueva constitución”, “autogobierno democrático”, o “representación parlamentaria”, prioriza el buscar soluciones dentro de la estructura existente. La declaración en el 12º Congreso del PKK de que “el parlamento tiene una responsabilidad histórica” refleja la manifestación concreta de esta línea. Este enfoque se aleja de la esencia revolucionaria y se convierte en una posición que sirve a la reproducción de la estructura existente de clase.

La línea de Öcalan intenta enterrar las políticas de negación, aniquilación y asimilación impuestas por el Estado turco contra la nación kurda en las polvorientas páginas de la historia. Esta legitimación es más visible en sus interpretaciones del Tratado de Lausana y de la Constitución de 1924. Mientras las define como las bases de la negación kurda, forma su búsqueda de una solución en el periodo anterior a esta etapa, refiriéndose de forma nostálgica hacia una supuesta “asociación turco-kurda”, durante el periodo fundacional de la república. Sin embargo, desde el punto de vista del Marxismo-Leninismo-Maoísmo, la liberación de una nación no se basa en la historia del Estado que la oprime, sino en la historia de su propia historia de lucha.

El Tratado de Lausana y la Constitución de 1924 representan periodos en los cuales no solo los kurdos sino todos los pueblos de Turquía se vieron bajo la opresión, y la absoluta dominación de las clases dominantes burguesas feudales. Referirse a estos periodos como la base para una “patria común”, significa distanciarse de la historia de la resistencia nacional de la nación kurda.

Uno de los argumentos principales de Öcalan respecto al Estado turco es que “la mentalidad autoritaria” puede ser superada. Pero esta evaluación se basa en un enfoque ideológico enraizado en un concepto individualista de la libertad del liberalismo burgués, y oculta el carácter de clase del Estado. El discurso del “cambio de mentalidad” es un enfoque reduccionista que intenta explicar la violencia estructural del Estado mediante razones psicológicas, culturales o individuales. Sin embargo, el Estado turco no surge de malas intenciones de individuos o tendencias culturales tradicionales. Es el producto directo de los intereses de clase y de la integración con el sistema imperialista.

Esta forma de legitimación también sirve a los intereses de las potencias imperialistas. La relación de Öcalan con el Estado turco dentro del marco del “proceso de paz” y “diálogo” no son resistencia revolucionaria contra la estructura estatal alineada con la OTAN, sino un programa político de adaptación a ella. El Estado turco es una de las estructuras militares más importantes de la OTAN y sirve como un puesto avanzado estratégico del sistema imperialista en Oriente Medio. Esperar una “transformación democrática” de tal Estado es una oferta a la reconciliación con el imperialismo. Esto significa integrar la la lucha de liberación nacional en el sistema imperialista.

En Rojava, los resultados prácticos de esta línea son visibles. Incluso en las estructuras de autogobierno construidas en Rojava, se hicieron esfuerzos para evitar la confrontación directa con el Estado turco. Se hicieron alianzas estratégicas con EE.UU. y se promovieron modelos de “transición blanda”. Todo esto ilustra la tendencia dentro de la línea de Öcalan a evitar el conflicto estructural. Una línea política construida sobre la base de la reforma dentro del Estado turco implica aceptar el cerco imperialista y la continuidad del Estado burgués. Esto no hiere solamente a la nación kurda sino a la lucha por la libertad de todos los pueblos en Turquía. Sin exponer el carácter ocupante y anexionista del Estado turco, cualquier llamamiento por una “política democrática” permanece confinado dentro de los límites del sistema burgués.

El carácter antisocialista, posmoderno e idealista de la línea ideológica de Öcalan

La línea política de Abdullah Öcalan es presentada como un “nuevo paradigma” que afirma superar tanto el estado-nación clásico, como los modelos socialistas clásicos. Sin embargo, cuando se examina desde el marco del marxismo-leninismo-maoísmo, el paradigma no parece ser una innovación revolucionaria, sino una orientación ideológica formada por el posmodernismo, individualismo y liberalismo burgués. Esta orientación abandona la lucha de clases que permanece en el corazón de la teoría socialista y se reemplaza con conceptos centrados en la identidad, moralidad y cultura.

Así, la línea de Öcalan no es simplemente una desviación dentro del movimiento nacional kurdo. Representa un programa ideológico antisocialista alineado con la ofensiva contrarrevolucionaria contemporánea del imperialismo.

Uno de los elementos más sorprendentes de este programa es su ataque directo a la teoría marxista. Öcalan define el marxismo como la “ideología dogmática del viejo mundo,” afirma que el análisis marxista es reduccionista y despoja a la lucha de clases del centro de la práctica revolucionaria. Según Öcalan, la contradicción fundamental de la sociedad no es entre clases, sino entre el “poder basado en el Estado” y la “sociedad moral y política.” Este es un enfoque idealista que transforma las contradicciones materiales de la sociedad en categorías morales y culturales.

Desde una perspectiva marxista-leninista-maoísta, esto es una liquidación del materialismo histórico. El Estado no es solo un problema moral, sino un instrumento de la clase dominante. La sociedad está dividida en clases basadas en las relaciones de producción, y la revolución es el derrocamiento de las clases dominantes por parte del pueblo a través de la violencia organizada. Al ignorar esta estructura, la línea de Öcalan rechaza el núcleo del socialismo científico.

Otra dimensión importante de esta ruptura ideológica es la interpretación de la historia por parte de Öcalan. Öcalan propone una narrativa histórica en la que el “estado original de la sociedad” era comunal, moral y pacífico, y afirma que la sociedad de clases surgió a través de “la traición del poder masculino dominante.” Aunque esta narrativa parece radical en la superficie, es idealista. Convierte la historia en un conflicto moral desconectado de las contradicciones materiales. La teoría de Öcalan acepta la existencia de la sociedad de clases, pero explica su surgimiento a través de conceptos psicológicos y culturales en lugar de estructuras económicas. El marxismo-leninism-maoísmo sostiene que la historia está moldeada por el desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones de producción y la lucha de clases que surge de ellas. En la teoría de Öcalan, estas dinámicas son reemplazadas por conceptos como “madre sagrada,” “mentalidad mitológica” y “sociedad ética.” Estos conceptos desatan los procesos históricos de la sociedad de las relaciones materiales y los dirigen hacia el ámbito de las abstracciones culturales y morales. Por esta razón, el “nuevo paradigma” de Öcalan no es una síntesis más allá del socialismo, sino un marco idealista que rechaza el socialismo.

Otro pilar fundamental de la ideología de Öcalan es su carácter posmoderno. Conceptos como “identidad,” “pluralidad,” “gobernanza local,” “libertad individual,” “ética” y “diferencia” forman el vocabulario teórico del posmodernismo. Estos conceptos no apuntan a las relaciones de clase capitalistas, sino que buscan expandir el espacio de la política basada en la identidad dentro del sistema. Así, los sujetos políticos se fragmentan en identidades, y la lucha de clases se reemplaza por el reconocimiento cultural.

Desde la perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, la política de identidades es una de las herramientas ideológicas que la burguesía utiliza para desorganizar los movimientos revolucionarios. La línea de Öcalan transforma la lucha de la nación kurda, que históricamente ha sido una lucha de liberación nacional, en un movimiento de identidad cultural. Confina el derecho a la autodeterminación al ámbito de la “autonomía cultural” e intenta reconstruir la liberación en torno a conceptos como “individuo libre” y “posición ética.”

Öcalan asigna un papel central a la moralidad en su sistema ideológico. A menudo afirma que “las revoluciones sin transformación moral fracasarán” y sostiene que la lucha política debe estar fundamentada no en la lucha de clases, sino en el “despertar ético.” Si bien la moralidad desempeña inevitablemente un papel en todo movimiento revolucionario, reemplazar la lucha de clases por la moralidad es un rechazo directo del socialismo científico. La moralidad está moldeada por condiciones materiales. Sin transformar las estructuras materiales, la transformación moral que enfatiza Öcalan sigue siendo un idealismo individual.

Otro aspecto importante de la línea de Öcalan es su orientación pacifista. El énfasis en “superar la lucha armada,” “paz estratégica,” “solución social” y “política civil” revela la postura ideológica sistemática de Öcalan contra la violencia revolucionaria. Öcalan describe repetidamente la violencia revolucionaria como “una invención patriarcal.” Esto descontextualiza la violencia revolucionaria de su contexto histórico y material y la coloca dentro de un marco psicológico moral. Desde la perspectiva del socialismo científico, la violencia revolucionaria es la fuerza organizada del pueblo contra las clases dominantes. Negar esto significa despojar a las clases y naciones oprimidas de la posibilidad de liberación.

El carácter antisocialista y posmoderno de la ideología de Öcalan también se manifiesta en sus objetivos políticos. Conceptos como “solución sin estado,” “confederalismo democrático” y “democracia radical” no buscan destruir el capitalismo. En su lugar, buscan crear un modelo administrativo alternativo dentro del capitalismo. Estos modelos intentan reformar el sistema, no derrocarlo. Por esta razón, la línea de Öcalan es frecuentemente adoptada por círculos liberales, posmodernos y anarquistas, y es aceptada por instituciones internacionales como un modelo de “gobernanza democrática.”

El hecho de que el sistema ideológico de Öcalan sea respaldado por instituciones imperialistas, redes globales de ONGs y círculos académicos occidentales no es accidental. El imperialismo fomenta modelos que neutralizan los movimientos revolucionarios, los separan de la lucha armada y los integran en marcos basados en la identidad. En este sentido, el “nuevo paradigma” de Öcalan es compatible con las estrategias de “poder blando” del imperialismo y es aceptado como un modelo aceptable.

En conclusión, la línea de Öcalan no es un paradigma revolucionario. Es un programa ideológico antisocialista moldeado por el posmodernismo, el idealismo y el reformismo. Rechaza el materialismo histórico, despoja a la lucha de clases de su lugar central, define al pueblo como una identidad cultural en lugar de un sujeto de clase y reemplaza la violencia revolucionaria por la transformación moral. Su objetivo político no es derrocar el Estado, sino transformarlo, y no destruir el capitalismo, sino humanizarlo.

El Rechazo de la Violencia Revolucionaria y la Negación de la Legitimidad de la Lucha Armada

La violencia revolucionaria es uno de los principios fundamentales del marxismo-leninismo-maoísmo. Es la fuerza organizada utilizada por las clases oprimidas y las naciones oprimidas para derrocar a las clases dominantes y desmantelar el aparato estatal que mantiene la explotación. Sin la violencia revolucionaria, ninguna clase oprimida en la historia ha podido liberarse. Esta es una ley universal confirmada por las prácticas históricas de las revoluciones.

La línea ideológica de Abdullah Öcalan rechaza este principio universal. Este rechazo no es simplemente una elección táctica; expresa una postura ideológica sistemática. En el marco de Öcalan, la lucha armada es descrita como “un producto de la antigua mentalidad masculina dominante,” “una carga histórica” y “un método que ya no tiene sentido en la nueva era.” Según este enfoque, la liberación no puede lograrse a través de la violencia revolucionaria, sino mediante el “diálogo,” la “transformación ética” y la “política de paz.” Tal comprensión se opone no solo a la lucha armada librada por la nación kurda, sino también a la legitimidad de todas las revoluciones populares a lo largo de la historia. Esto convierte la línea de Öcalan no solo en una orientación liquidacionista para el movimiento nacional kurdo, sino también en un ataque ideológico al concepto mismo de revolución.

Desde una perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, la violencia revolucionaria no es una preferencia moral. Es la necesidad objetiva e inevitable de la lucha de clases. El Estado es un instrumento de violencia utilizado por las clases dominantes. Por lo tanto, el pueblo no puede liberarse sin derrocar este instrumento de violencia. Lenin afirmó que el Estado no puede ser desmantelado a través de negociaciones y debe ser destruido mediante la violencia revolucionaria. Mao enfatizó que el poder político de los oprimidos nace de la boca del fusil. La violencia revolucionaria implica el levantamiento organizado del pueblo contra las clases dominantes.

Sin embargo, la línea de Öcalan interpreta el Estado no como un aparato de clase, sino como una institución que puede ser transformada a través del diálogo. Esto resulta en la eliminación del rol revolucionario de la violencia, reduciendo la lucha del pueblo a una “presión democrática” y limitando todo el proceso de liberación a reformas constitucionales. Esta es la eliminación del contenido revolucionario de la lucha.

La lucha histórica del PKK entre 1984 y 1999 se basó en la guerra de guerrillas y en la fuerza organizada de la nación kurda. Durante este período, la nación kurda pudo resistir las políticas de aniquilación del Estado turco precisamente a través de la violencia revolucionaria. La guerra de guerrillas convirtió a la nación kurda en un sujeto político, perturbó la dominación colonial del Estado turco y llevó la cuestión kurda a un nivel internacional. Con la retirada de la violencia revolucionaria después de 1999, este proceso se invirtió y los logros de una lucha de veinticinco años se disolvieron gradualmente.

La postura de Öcalan también resulta en una comprensión distorsionada de la autodefensa. Öcalan describe la autodefensa no como una fuerza armada y organizada del pueblo, sino como un concepto abstracto de “conciencia social.” Según este enfoque, las sociedades se protegerán no a través de la resistencia armada, sino mediante “ética,” “conciencia” y “cultura.” Este es un enfoque utópico e idealista desconectado de la realidad material. En las sociedades de clases, la autodefensa es la fuerza organizada del pueblo. Sin la autodefensa armada, una nación oprimida no puede protegerse de la violencia de los Estados ocupantes.

El rechazo de la lucha armada también se expresa claramente en las decisiones del 12.º Congreso del PKK. El llamamiento para la disolución del PKK, la declaración de que la guerra de guerrillas ha cumplido su rol histórico y la solicitud dirigida al Gran Asamblea Nacional de Turquía para que juegue un papel en la “solución democrática” demuestran que la línea de Öcalan rechaza la legitimidad de la guerra de guerrillas. La inacción unilateral y los llamados al desarme que se han repetido desde 1999 reflejan la misma orientación. Estas orientaciones no obligan al Estado turco a retirar sus fuerzas militares. En su lugar, desarman a la nación kurda mientras mantienen intacto el poder militar del estado.

El enfoque de Öcalan también conduce al rechazo de la experiencia revolucionaria de las naciones oprimidas del mundo. Desde las revoluciones antiimperialistas de Asia, África y América Latina hasta las luchas de liberación nacional de Vietnam, China, Argelia y Cuba, todos los movimientos revolucionarios han dependido de la violencia revolucionaria. Sin embargo, Öcalan define estas luchas como “cargas históricas” y sostiene que la era de la lucha armada ha pasado. Esta tesis no solo es teóricamente incorrecta, sino también peligrosa. Indica a los pueblos oprimidos que no deben resistir a través de la fuerza y que, en cambio, deben buscar su liberación a través de las instituciones del sistema.

Esta postura es bien recibida por las potencias imperialistas y los Estados ocupantes. La pacificación de los movimientos revolucionarios es una de las estrategias fundamentales del imperialismo. El modelo mundial de “resolución de conflictos” está diseñado para neutralizar los movimientos de liberación armada e integrarlos en el sistema. La línea de Öcalan se superpone completamente con este modelo. Conceptos como “proceso de paz,” “no violencia,” “transición suave” y “compromiso” responden a las necesidades ideológicas del imperialismo más que a las necesidades revolucionarias de las naciones oprimidas.

El rechazo de la violencia revolucionaria también resulta en la liquidación de la estructura organizativa. Las organizaciones revolucionarias se construyen sobre la disciplina, el secreto, la lucha armada y la determinación política. Cuando se rechaza la lucha armada, estos principios organizativos también se abandonan. En lugar de una organización revolucionaria, surge una estructura suelta, abierta y basada en la identidad, similar a una ONG. Esto no es una transformación revolucionaria, sino la disolución de la organización.

Desde una perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, el rechazo de la violencia revolucionaria significa rechazar la posibilidad de la revolución misma. Con el abandono de la lucha armada, el movimiento nacional kurdo se ve forzado a encauzarse por los canales estrechos y reformistas del sistema. Sin la violencia revolucionaria, la nación kurda no puede romper con la estructura ocupante y anexionista del Estado turco ni obtener su libertad política.

La disolución de la estructura organizativa del PKK y el abandono de la forma de Partido

Una de las indicaciones más claras del carácter liquidacionista de la línea ideológica de Abdullah Öcalan es la disolución de la forma organizativa del PKK. El PKK fue fundado como una organización marxista-leninista que libraba una lucha de liberación nacional, utilizaba la guerra de guerrillas como su método y se basaba en una estricta disciplina partidaria. El principio organizativo de esta estructura descansaba en el concepto leninista de un Partido de vanguardia, que requiere unidad ideológica, organización centralizada, claridad política y voluntad revolucionaria.

Sin embargo, después de 1999, la línea de Öcalan comenzó a desmantelar este modelo organizativo paso a paso. Este desmantelamiento no es una renovación, sino una liquidación. En lugar de la forma partidaria, se adoptaron estructuras sin unidad ideológica, disciplina organizativa o carácter revolucionario.

En el marco ideológico de Öcalan, el Partido es descrito como “una estructura jerárquica construida sobre la dominación,” “el producto de una mentalidad estatal,” y “una forma patriarcal.” Según este enfoque, el Partido debe ser reemplazado por “sociedad democrática,” “comunidades autoorganizadas,” y “redes políticas éticas.” Estas definiciones muestran que Öcalan se opone no solo al PKK como organización, sino a la forma de Partido misma. Esta oposición va mucho más allá del movimiento kurdo y refleja una postura ideológica antipartido idéntica a las corrientes anarquistas y posmodernas.

Desde una perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, rechazar la forma de Partido significa rechazar la revolución. Lenin definió el Partido revolucionario como la más alta forma de organización política del proletariado y las naciones oprimidas. Mao enfatizó que sin un Partido revolucionario, la revolución no puede tener éxito. El Partido no representa dominación, sino la fuerza organizada del pueblo. Sin el Partido, ni la violencia revolucionaria, ni la lucha ideológica, ni la claridad política pueden existir. Por esta razón, las orientaciones antipartido son históricamente características de líneas liquidacionistas y oportunistas.

El 12.º Congreso del PKK marca la expresión más explícita de esta liquidación. Los documentos del Congreso describen al PKK como una “organización histórica” que ha completado su misión y afirman que la nueva era requiere “política democrática” en lugar del partido. En este contexto, el PKK declara su intención de disolverse. Esta no es solo una decisión organizativa, sino la culminación de una transformación ideológica liquidacionista.

El abandono de la forma de partido conduce a la disolución de la estructura organizativa. En lugar de una organización revolucionaria centralizada, surge una estructura suelta y fragmentada. Términos como “sociedad civil,” “asambleas autónomas,” “redes confederales” y “mecanismos comunales” denotan estructuras que no poseen disciplina revolucionaria. Si bien estos modelos pueden parecer democráticos, no pueden servir como instrumentos de lucha revolucionaria. La lucha revolucionaria requiere unidad de voluntad, liderazgo político centralizado y fuerza organizativa coordinada.

Con el abandono del Partido, la estrategia política también se disuelve. La estrategia revolucionaria es reemplazada por un concepto vago y ambiguo de “política democrática.” Este concepto no está dirigido a derrocar el sistema, sino a influir en él. Öcalan define la política democrática como “lucha política conducida sin fuerza armada, dentro de campos civiles, a través del diálogo y la persuasión.” Esto transforma la lucha política en una práctica reformista basada en la negociación con el Estado.

El abandono de la forma de Partido también conduce a la pérdida de claridad ideológica. El PKK, que en un principio se fundamentaba en la teoría marxista-leninista, se alejó paso a paso de esta base ideológica bajo la influencia del paradigma posmodernista e idealista de Öcalan. El vacío ideológico creado por este cambio se llenó con conceptos eclécticos y contradictorios. Mientras se critica a Marx, se acepta a Foucault; mientras se rechaza la lucha de clases, se enfatiza la mitología; mientras se condena la violencia revolucionaria, se adopta el pacifismo. Tal eclecticismo elimina la unidad ideológica y deja a la organización sin una base teórica.

Al mismo tiempo, la disciplina organizativa es reemplazada por la espontaneidad. En los movimientos revolucionarios basados en Partidos, la disciplina es la garantía de la voluntad política. Unifica la organización bajo una línea común. Sin embargo, en la línea de Öcalan, la disciplina es descrita como “autoritarismo,” y la espontaneidad es vista como “libertad.” Esta es una tendencia anarquista. Los movimientos revolucionarios han colapsado históricamente donde la espontaneidad reemplazó a la disciplina. La organización transforma la voluntad del pueblo en una fuerza revolucionaria. Sin organización, el pueblo no puede convertirse en sujeto.

Otro punto fundamental es que el abandono de la forma de Partido conduce a la integración con instituciones imperialistas y estatales. Las organizaciones no gubernamentales, las plataformas internacionales, las iniciativas civiles y las redes basadas en identidades no son estructuras alternativas al Partido. Son formas de organización que funcionan dentro del sistema. El modelo de Öcalan fomenta tales estructuras, y esta integración lleva a una ruptura completa de la conexión revolucionaria entre el movimiento y el pueblo.

En este sentido, el abandono de la forma de Partido es el abandono de la revolución. La decisión de disolverse del PKK no es la reorganización del movimiento, sino la destrucción de su columna vertebral organizativa. Sin el Partido, no puede haber estrategia revolucionaria, ni lucha armada, ni unidad ideológica, ni posibilidad de liberación nacional.

Desde la perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, la lucha revolucionaria de la nación kurda solo puede continuar a través de un Partido de vanguardia fundamentado en el marxismo-leninismo-maoísmo. Todas las tendencias liquidacionistas deben ser rechazadas y la continuidad revolucionaria debe ser reconstruida sobre la base de la claridad ideológica, la voluntad política y la fuerza organizada.

La integración de la Cuestión Nacional Kurda en el sistema imperialista

Una de las dimensiones más críticas de la línea liquidacionista desarrollada por Abdullah Öcalan es la integración de la cuestión nacional kurda en las estrategias de reestructuración del sistema imperialista en Oriente Medio. Esta integración no es un desarrollo accidental o táctico. Es la conclusión política del cambio ideológico de Öcalan, que rechaza el socialismo, la violencia revolucionaria, el derecho de las naciones a la autodeterminación y la forma de Partido.

Desde una perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, el imperialismo es el enemigo principal de los pueblos y naciones oprimidas del mundo. Las luchas de liberación nacional son revolucionarias en la medida en que resisten la dominación política, militar y económica del imperialismo. Cualquier movimiento nacional que se alinee con el imperialismo pierde su carácter revolucionario y se convierte en una extensión de las políticas imperialistas.

Después de 1999, la línea de Öcalan transformó la lucha nacional kurda de un movimiento antiimperialista en un actor político integrado en proyectos imperialistas. Conceptos como “democracia radical,” “gobernanza local,” “solución pacífica,” “modelo sin estado” y “redes confederales” se superpusieron con las necesidades ideológicas de Estados Unidos y Europa en la región. Estos conceptos fueron abrazados por instituciones occidentales porque debilitaban las tendencias revolucionarias dentro del movimiento kurdo y lo hacían compatible con las estrategias regionales del imperialismo.

La experiencia de Rojava proporciona el ejemplo más concreto de esta transformación. Estados Unidos estableció relaciones militares y políticas con las estructuras de autogobierno en Rojava, y estas relaciones fueron presentadas no como desarrollos tácticos, sino como estratégicos. El establecimiento de bases militares, la coordinación operativa conjunta y la cooperación en seguridad a largo plazo indican que la cuestión kurda ha sido integrada en las estrategias geopolíticas de Estados Unidos en la región. Esta integración refleja no la voluntad política independiente de la nación kurda, sino las prioridades estratégicas del imperialismo.

La influencia ideológica de Öcalan desempeñó un papel decisivo en este proceso. Debido a que Öcalan ya había abandonado la perspectiva de la independencia nacional, definió las relaciones con el imperialismo no como una amenaza estratégica, sino como una “alianza necesaria.” Esta es una perspectiva peligrosa. Los movimientos revolucionarios no pueden construir alianzas con el imperialismo sin perder su carácter revolucionario. Las experiencias de Afganistán, Irak, Libia y muchos países africanos han mostrado que las potencias imperialistas utilizan actores basados en la identidad para rediseñar las regiones y luego las dejan en una fragmentación y dependencia más profundas.

El programa político que Öcalan propuso es totalmente compatible con esta estrategia imperialista. El modelo de “confederalismo democrático” se presenta como una alternativa al Estado-nación. Sin embargo, este modelo no interrumpe la dominación imperialista. Por el contrario, está diseñado para descentralizar y suavizar la dominación. Al disolver los movimientos de liberación nacional en redes basadas en la identidad, el imperialismo impide que las naciones oprimidas adquieran poder político independiente.

Por esta razón, el confederalismo democrático no es un modelo revolucionario. Es un modelo de gobernanza posmoderna que sirve a las necesidades del imperialismo en una región multiétnica. Rechaza el Estado independiente, el Partido revolucionario, la lucha armada y el marco ideológico marxista-leninista. En estas condiciones, la lucha de la nación kurda se integra en los marcos definidos por el imperialismo.

El proceso de integración también es visible en el discurso del “proceso de paz.” El imperialismo presenta iniciativas de paz no para apoyar las luchas de liberación de las naciones oprimidas, sino para pacificar esas luchas e integrarlas en el sistema. En este contexto, la insistencia de Öcalan en la “paz estratégica” coincide con las políticas de las instituciones imperialistas. Conceptos como “diálogo,” “negociación,” “reforma constitucional,” y “democracia local” se utilizan para eliminar las fuerzas revolucionarias y fortalecer la influencia del imperialismo en la región.

El hecho de que círculos académicos occidentales, ONG internacionales, think tanks globales y parlamentos europeos acepten la ideología de Öcalan no es coincidencia. Estas instituciones evalúan los movimientos revolucionarios no en función de sus objetivos, sino en función de su compatibilidad con el sistema capitalista. Un movimiento que rechaza la lucha armada, abandona la forma de Partido, renuncia al derecho de las naciones a la autodeterminación y transforma la liberación nacional en política de identidad es visto como “aceptable” por el imperialismo.

Así, la cuestión kurda se convierte en un objeto de la política imperialista en lugar de ser una lucha revolucionaria. Una lucha nacional que apunta a la independencia y la liberación interrumpe las estrategias regionales del imperialismo. Sin embargo, un movimiento basado en la identidad que no tiene como objetivo el sistema y busca reconocimiento dentro de él fortalece la dominación imperialista.

Esta integración también se alinea con las necesidades del estado turco. Dado que Turquía es miembro de la OTAN y un avanzado puesto de avanzada del imperialismo en la región, este prefiere un movimiento kurdo que no desafíe al Estado turco ni interrumpa las alianzas regionales. En este sentido, la línea liquidacionista de Öcalan sirve tanto al imperialismo como a Turquía.

Desde una perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, la liberación de la nación kurda es incompatible con la integración en el imperialismo. La cuestión nacional kurda solo puede encontrar una solución revolucionaria a través de la lucha antiimperialista, un partido de vanguardia marxista-leninista-maoísta y la guerra popular. Cualquier movimiento que rechace estos principios pierde su carácter revolucionario y se convierte en una extensión del sistema.

La transformación de la lucha de liberación nacional kurda en un movimiento reformista identitario

Uno de los resultados más profundos de la línea ideológica desarrollada por Abdullah Öcalan es la transformación de la lucha de liberación nacional kurda en un movimiento reformista identitario. Esta transformación no ocurrió de repente. Surgió paso a paso como consecuencia del rechazo al socialismo, el abandono de la violencia revolucionaria, la disolución de la forma de partido y la integración de la cuestión kurda en el sistema.

Históricamente, las luchas de liberación nacional han sido movimientos revolucionarios liderados por naciones oprimidas contra Estados ocupantes y anexionistas. Su objetivo es la liberación, la independencia y el poder político. En el caso de la nación kurda, la lucha se ha librado contra las políticas de negación, asimilación, ocupación y aniquilación por parte del Estado turco y otros Estados regionales durante un siglo. Por lo tanto, la lucha kurda no es simplemente una lucha cultural, sino una lucha nacional con una dimensión política y territorial.

Sin embargo, la orientación ideológica de Öcalan rompe este marco histórico y transforma la cuestión kurda en un asunto de identidad cultural. Conceptos como “nación democrática,” “solución sin Estado,” “transformación ética,” “pluralidad de identidades” y “sociedad política moral” reducen la lucha nacional kurda al nivel de la reforma basada en la identidad. En este marco, el objetivo central no es la liberación nacional, sino el reconocimiento cultural, la gobernanza local y la coexistencia dentro de las estructuras estatales existentes.

Desde la perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, esta transformación es un retroceso ideológico fundamental. La liberación nacional no puede ser reducida a la identidad cultural. Las naciones son entidades políticas definidas por el territorio, la economía, la lengua, la historia colectiva y la organización social. La lucha de una nación oprimida es la lucha por determinar su propio futuro. Sin embargo, la política de identidades se centra en el reconocimiento dentro del sistema en lugar de buscar transformar el sistema. Por lo tanto, es un enfoque reformista.

El concepto de “nación democrática” de Öcalan difumina la base material y política de la nación. En este concepto, la nación se disuelve en comunidades culturales, identidades y grupos morales. Si bien esto puede parecer pluralista, elimina la voluntad política de la nación kurda como nación. Al rechazar el derecho de las naciones a la autodeterminación, transforma a la nación kurda en una comunidad cultural que busca reconocimiento en lugar de liberación.

Este cambio conceptual también reduce la lucha de la lucha de clases a la expresión cultural. La clase obrera kurda, los campesinos, los pobres y los trabajadores pierden su identidad política como parte de una nación oprimida y, en su lugar, se convierten en parte de categorías amplias y vagas como “sociedad,” “comunidad,” “individuos morales” y “actores democráticos.” De este modo, la base política de la lucha nacional se disuelve y es reemplazada por un marco basado en la identidad sin contenido revolucionario.

Los enfoques identitarios son compatibles con las necesidades del imperialismo y del Estado. El imperialismo busca transformar las cuestiones nacionales en asuntos culturales para eliminar la posibilidad de una ruptura revolucionaria. El Estado turco también prefiere un movimiento kurdo que demande derechos culturales en lugar de liberación nacional. La línea de Öcalan proporciona exactamente esto. La cuestión kurda se desconecta de la liberación nacional y se vuelve a enmarcar como un problema de reforma cultural que puede abordarse a través de cambios constitucionales.

Las consecuencias estratégicas de la línea liquidacionista para el Movimiento Nacional Kurdo

La línea ideológica y política moldeada por Abdullah Öcalan después de 1999 e institucionalizada a través del 12.º Congreso del PKK ha producido consecuencias estratégicas que afectan directamente el curso histórico de la lucha de liberación nacional kurda. Estas consecuencias no son temporales ni tácticas. Representan una transformación a largo plazo que ha reconfigurado la identidad, los objetivos y la estructura organizativa del movimiento.

Desde la perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, las consecuencias estratégicas del liquidacionismo pueden resumirse en varias áreas fundamentales. Cada una de estas áreas representa una ruptura con el camino revolucionario que la nación kurda ha seguido históricamente.

Primero, la lucha de liberación nacional kurda ha perdido su objetivo estratégico. El objetivo fundador del PKK era lograr el derecho a la autodeterminación para la nación kurda en forma de un Kurdistán independiente, unido y democrático. Después de 1999, este objetivo fue abandonado y reemplazado por metas políticas vagas como “solución democrática,” “coexistencia pacífica,” “pluralismo identitario” y “democracia sin Estado.” Estos objetivos no proporcionan una dirección estratégica para un movimiento de liberación nacional. Disuelven la idea de independencia nacional y reducen la lucha política a demandas reformistas.

Un movimiento que no tiene un objetivo estratégico claro no puede mantener continuidad revolucionaria. Sin una meta política que exprese la voluntad colectiva de la nación, el movimiento se convierte en una agregación suelta de identidades en lugar de un sujeto revolucionario.

En segundo lugar, el movimiento nacional kurdo ha perdido su método revolucionario. La lucha armada, que históricamente formó la columna vertebral de la resistencia del pueblo kurdo, fue redefinida como una “carga del viejo paradigma” y liquidada paso a paso. La guerra de guerrillas, que había permitido a la nación kurda resistir la dominación colonial del estado turco, fue reemplazada por conceptos como “política democrática,” “lucha social” y “diálogo.” Esto significa abandonar la violencia revolucionaria y confinar la lucha a los canales políticos permitidos por el sistema.

Sin embargo, sin violencia revolucionaria, una nación oprimida no puede romper las estructuras políticas, militares y económicas que la atan. La liquidación de la guerra de guerrillas ha debilitado la capacidad de autodefensa de la nación kurda.

En tercer lugar, el movimiento nacional kurdo ha perdido su columna vertebral organizativa. La disolución del PKK y el abandono de la forma de Partido han resultado en el reemplazo de una organización revolucionaria disciplinada por una red fragmentada de estructuras civiles. Una lucha de liberación nacional no puede llevarse a cabo a través de ONG, plataformas o asambleas locales. La lucha revolucionaria requiere un partido de vanguardia con claridad ideológica, disciplina organizativa y liderazgo estratégico. Sin el partido, el movimiento pierde su capacidad de actuar de manera coherente y decisiva.

En cuarto lugar, la cuestión kurda se ha integrado en el sistema. La línea liquidacionista no apunta a la estructura ocupante y anexionista del estado turco. En cambio, busca soluciones dentro del marco de reformas constitucionales, negociaciones con el Parlamento turco y cooperación con instituciones imperialistas. Esta integración neutraliza el contenido revolucionario de la cuestión kurda y la convierte en un asunto de reforma. De este modo, la lucha nacional kurda se torna dependiente de los procesos políticos del sistema en lugar de romper con ellos.

En quinto lugar, el movimiento nacional kurdo se ha fragmentado ideológicamente. El paradigma posmodernista, idealista y basado en la identidad de Öcalan ha llevado a la disolución de la unidad ideológica del movimiento. Conceptos como “sociedad ética,” “conciencia mitológica” y “transformación moral” no proporcionan un marco científico para la lucha revolucionaria. En su lugar, introducen ambigüedad y eclecticismo. Como resultado, la claridad ideológica ha sido reemplazada por confusión.

En sexto lugar, el sujeto revolucionario ha sido disuelto. El pueblo kurdo, que históricamente actuaba como un sujeto político a través de la guerra de guerrillas y la organización revolucionaria, se ha transformado en actores pasivos que esperan procesos de paz, negociaciones constitucionales e intervenciones internacionales. Esto resulta en el debilitamiento de la voluntad revolucionaria colectiva de la nación kurda. Un pueblo que abandona la resistencia basada en su propia fuerza gradualmente se vuelve dependiente de actores externos.

En séptimo lugar, la línea liquidacionista ha creado una dependencia estratégica. Las relaciones políticas, militares y diplomáticas establecidas con Estados Unidos en Rojava y con instituciones europeas a través de la política democrática han situado al movimiento kurdo dentro de la órbita estratégica del imperialismo. El imperialismo no apoya la liberación de las naciones oprimidas. Apoya movimientos que pueden servir a sus intereses. Esta dependencia elimina la posibilidad de autonomía revolucionaria.

Finalmente, la línea liquidacionista ha llevado a la pérdida de la legitimidad revolucionaria. Un movimiento que abandona la independencia nacional, rechaza la lucha armada, disuelve el Partido y confía en poderes imperialistas ya no puede representar los intereses de una nación oprimida. La legitimidad revolucionaria proviene de resistir al estado ocupante y anexionista, no de buscar reconocimiento dentro del sistema.

Desde la perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, estas consecuencias estratégicas demuestran que el movimiento nacional kurdo enfrenta una profunda crisis ideológica, política y organizativa. Esta crisis no puede resolverse a través de soluciones reformistas. Solo puede superarse mediante la reconstrucción de la línea revolucionaria basada en el marxismo-leninismo-maoísmo, el derecho de las naciones a la autodeterminación, el partido de vanguardia y la guerra popular.

Las tareas de reconstrucción de la línea revolucionaria

La orientación ideológica, política y organizativa liquidacionista que ha tomado forma a través de la línea de Abdullah Öcalan y el 12º Congreso del PKK ha creado una crisis multidimensional para la lucha de liberación nacional kurda. Esta crisis no puede resolverse a través de enfoques reformistas, políticas identitarias o iniciativas parlamentarias. La reconstrucción de una línea revolucionaria es una necesidad histórica para la nación kurda y para los pueblos de la región.

Desde la perspectiva del marxismo-leninismo-maoísmo, la reconstrucción de la línea revolucionaria no es un llamado abstracto, sino una tarea política, ideológica y organizativa concreta. Cada una de estas tareas se refiere a la reconstrucción de un movimiento de liberación nacional capaz de resistir al imperialismo, feudalismo, capitalismo y a la estructura estatal ocupante-anexionista.

La primera tarea es la reconstrucción ideológica del movimiento. La línea liquidacionista debe ser rechazada en todos sus fundamentos intelectuales. El posmodernismo, el individualismo, el pacifismo, la política identitaria y el moralismo no pueden proporcionar la base ideológica para un movimiento revolucionario. La lucha nacional kurda solo puede recuperar su carácter revolucionario volviendo al marxismo-leninismo-maoísmo. Este proporciona la base científica para entender la estructura de clases de la sociedad, la naturaleza de la opresión nacional, el papel del imperialismo y la estrategia de la guerra popular. Sin esta claridad ideológica, no se puede reconstruir un movimiento revolucionario.

La segunda tarea es restaurar el Derecho de las Naciones a la Autodeterminación como el objetivo estratégico de la lucha nacional kurda. La liberación nacional no puede reducirse al reconocimiento cultural o la administración local. La nación kurda tiene el derecho de determinar su propio futuro, incluyendo el derecho a un estado independiente. Este derecho debe ser defendido abiertamente contra el estado turco, el imperialismo y todas las tendencias liquidacionistas. Sin la restauración de este principio, la lucha kurda queda atrapada en marcos reformistas.

La tercera tarea es la reconstrucción del Partido revolucionario. Sin un Partido de vanguardia, no puede haber estrategia revolucionaria, unidad política ni disciplina organizativa. La disolución del PKK y el abandono de la forma de Partido deben ser rechazados. Debe construirse un Partido marxista-leninista-maoísta capaz de representar la voluntad política de la nación kurda. Este Partido debe estar basado en claridad ideológica, determinación política, centralismo democrático y disciplina revolucionaria. Una red fragmentada de estructuras civiles no puede reemplazar a una organización revolucionaria.

La cuarta tarea es la relegitimización y reorganización de la violencia revolucionaria y la guerra de guerrillas. La lucha armada no es un método opcional o secundario. Es el medio fundamental a través del cual una nación oprimida puede resistir la ocupación, anexión y aniquilación. La guerra de guerrillas debe ser reconstruida como la forma principal de lucha. Esto no significa violencia desorganizada o espontánea. Significa la fuerza organizada del pueblo bajo el liderazgo de un partido revolucionario. La nación kurda no puede alcanzar la libertad sin reconstruir su capacidad de autodefensa.

La quinta tarea es el restablecimiento de una línea antiimperialista. La lucha de liberación nacional kurda no puede ser integrada en las estrategias de Estados Unidos, Europa o cualquier alianza imperialista. El imperialismo no libera naciones. Utiliza naciones para sus propios intereses. La cuestión kurda debe desconectarse de los marcos imperialistas. En su lugar, deben formarse alianzas con pueblos oprimidos, movimientos revolucionarios y fuerzas antiimperialistas. Sin esta orientación, el movimiento kurdo se convierte en dependiente y pierde su autonomía revolucionaria.

La sexta tarea es redefinir la lucha nacional kurda como un movimiento del pueblo. La línea liquidacionista ha transformado al pueblo kurdo en espectadores pasivos que esperan negociaciones y reformas. La línea revolucionaria debe transformar al pueblo en un sujeto político que organiza, resiste, lucha y determina su propio destino. El pueblo debe ser reconstruido como la fuerza de la revolución. Esto requiere educación ideológica, movilización política y estructuración organizativa entre los trabajadores, campesinos, pobres y jóvenes.

La séptima tarea es exponer el carácter colonial y anexionista del Estado turco. Sin exponer el carácter de clase y nacional del Estado turco, la cuestión kurda no puede entenderse ni resolverse. El Estado turco no es una estructura reformable. Es un aparato de opresión construido sobre la negación de la nación kurda. La línea revolucionaria debe descubrir esta verdad y contrarrestar las ilusiones creadas por el discurso liquidacionista del “diálogo”, el “compromiso” y la “solución democrática”.

La octava tarea es la construcción de frentes unidos revolucionarios. La lucha nacional kurda no está aislada. Forma parte de un proceso revolucionario más amplio en Oriente Medio. La unidad revolucionaria con los pueblos, las naciones oprimidas y los movimientos de clase de la región es una necesidad histórica. Esta unidad debe construirse sobre bases antiimperialistas y antifeudales, no sobre marcos basados en la identidad u orientados a las ONG.

La novena tarea es la lucha contra todas las formas de oportunismo y liquidacionismo. La línea liquidacionista no es solo una desviación ideológica. Es una tendencia política que sirve a los intereses del Estado ocupante y del imperialismo. No se puede construir un movimiento revolucionario a menos que se derrote esta tendencia. Se debe librar una lucha ideológica y política clara contra las corrientes posmodernistas, pacifistas, reformistas y basadas en la identidad dentro del movimiento.

La reconstrucción de la línea revolucionaria no es un simple retorno al pasado. Es la reconstrucción de la lucha de liberación nacional kurda sobre las bases científicas del marxismo-leninismo-maoísmo, adaptadas a las condiciones actuales. Esta reconstrucción requiere coraje político, determinación organizativa y claridad ideológica.

El futuro de la nación kurda depende de esta reconstrucción. O bien la liquidación pacificará el movimiento y lo integrará en el sistema, o bien se reconstruirá una línea revolucionaria que conduzca a la nación kurda a la liberación.

Conclusión: el significado histórico del 12º Congreso del PKK y la línea liquidacionista

El marco ideológico, político y organizativo expresado a través de la línea de Abdullah Öcalan e institucionalizado en el 12º Congreso del PKK representa una ruptura histórica para la lucha de liberación nacional kurda. Esta ruptura no puede entenderse simplemente como un cambio de método o un giro estratégico. Su significado es considerablemente más profundo. Se trata de la transformación de un movimiento de liberación nacional que surgió tras décadas de lucha revolucionaria en una orientación reformista, basada en la identidad y compatible con el sistema.

Desde una perspectiva marxista-leninista-maoísta, el 12º Congreso representa la culminación del proceso de liquidación. Los principios fundamentales de la liberación nacional —la lucha armada, el derecho de las naciones a la autodeterminación, la lucha antiimperialista, el partido de vanguardia, la ideología marxista-leninista y la violencia revolucionaria— han sido rechazados uno por uno. En su lugar, se ha construido un marco moldeado por el posmodernismo, el pacifismo, la política identitaria y los conceptos democráticos liberales.

Esta transformación representa no solo la liquidación interna del movimiento, sino también su integración en las necesidades políticas, militares e ideológicas del sistema imperialista. La cuestión kurda, que durante décadas había sido un factor revolucionario y desestabilizador que amenazaba el orden regional, ha sido redefinida como un problema que puede gestionarse dentro del sistema. El hecho de que el 12º Congreso eleve los conceptos de “nación democrática”, “paz”, “diálogo” y “patria común” a principios estratégicos indica este cambio.

Sin embargo, esta orientación liquidacionista contradice las experiencias históricas de las naciones oprimidas. Ninguna nación oprimida ha logrado la liberación mediante reformas, negociaciones o reconocimiento cultural. Las experiencias de Asia, África y América Latina demuestran que la liberación nacional solo se logra mediante la lucha revolucionaria, la resistencia armada y la solidaridad antiimperialista. La nación kurda no es una excepción a esta ley universal. La ocupación, la anexión y la opresión nacional no pueden desmantelarse mediante procesos de paz o transformaciones morales. Solo pueden desmantelarse mediante una ruptura revolucionaria.

El significado del 12º Congreso del PKK debe evaluarse dentro de este marco histórico. El Congreso no representa una reestructuración organizativa ni una flexibilidad táctica. Representa el abandono ideológico de la lucha revolucionaria. Abre la puerta a la disolución de la voluntad política de la nación kurda y a la integración del movimiento en el sistema.

Por esta razón, la reconstrucción de la línea revolucionaria se convierte en una necesidad histórica. Esta reconstrucción requiere volver al marxismo-leninismo-maoísmo, reconstruir el partido de vanguardia, restaurar la guerra de guerrillas como método principal de lucha, restablecer el derecho de las naciones a la autodeterminación como objetivo estratégico y retirarse de la integración imperialista. Sin rechazar la línea liquidacionista, no se puede reconstruir ningún movimiento revolucionario.

La lucha de liberación nacional kurda se encuentra en una encrucijada. O bien continúa el proceso liquidacionista y la lucha se disuelve en un reformismo basado en la identidad, o bien se reconstruye una línea revolucionaria y la nación kurda recupera su posición como sujeto político que resiste la ocupación y la anexión. El futuro de la nación kurda y de los pueblos de la región depende de esta elección.

La historia demuestra que las naciones oprimidas no pueden ser derrotadas cuando están organizadas, tienen claridad ideológica y están decididas a resistir. La nación kurda también posee este potencial. Lo que se necesita es claridad ideológica, reconstrucción organizativa y coraje revolucionario.

La línea liquidacionista no representa el destino de la nación kurda. La liberación revolucionaria sigue siendo posible.

Liga Comunista Internacional

Octubre de 2025

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