
12 de septiembre: En homenaje al Batallón de San Patricio
A continuación publicamos el artículo publicado en Periódico Mural encontrado aquí.
Este 12 de septiembre se conmemora el 176° aniversario de la gesta heroica del Batallón de San Patricio y queremos aprovechar esta oportunidad para compartir una reseña de estos valientes soldados, la mayoría de ellos caídos en combate o ejecutados por el ejército norteamericano.
Con esta publicación queremos resaltar aquella gran expresión de Internacionalismo Proletario que devino en la unidad en la acción de dos pueblos oprimidos en la lucha concreta por la liberación nacional de nuestro país. En ese sentido es bien importante recordar que Irlanda era y sigue siendo un país oprimido por el imperialismo británico, y los emigrados irlandeses que formaron filas en el Batallón de San Patricio, por su composición de clase, pertenecían al proletariado y las masas trabajadoras la Irlanda oprimida.
El Batallón de San Patricio fue una compañía militar compuesta principalmente por irlandeses encabezados por John Riley [1] que resolvieron desertar del ejército estadounidense para luchar en contra de la intervención yanqui en México. Pese al carácter anexionista de la intervención militar contra nuestro país, esta ha sido llamada “guerra mexicano-estadounidense”, pero no está demás señalar que se trató de una guerra injusta, de anexión, desarrollada por el imperialismo gringo contra el pueblo de México que se alzó en armas para defender su dignidad y su territorio.

La guerra duró de 1846 hasta 1848 y su resultado para México fue la pérdida de casi la mitad de su territorio (cerca de dos millones trescientos mil kilómetros cuadrados) comprendiendo los estados de Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada, Utah, y partes de Colorado, Kansas, Oklahoma y Wyoming. El despojo se consumó pese a la heroica resistencia nacional que tampoco terminó con la firma del tratado Guadalupe-Hidalgo, sino que continuó por muchos años más.[2]
Los San Patricios tuvieron su base en los inmigrantes irlandeses que llegaron a los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XIX. Ellos habían escapado de Irlanda durante la ola de genocidio británico de 1845-1849 conocido como la “gran hambruna irlandesa”, aunque esta fue creada por la odiosa corona británica. En aquel tiempo todo Irlanda fue ocupado directamente por los ingleses, como actualmente lo está el norte del país. Apropiándose de la tierra, la corona británica impuso una sobre-dependencia al cultivo de papas. Pero cuando comenzó una plaga la utilizaron para aumentar el genocidio, robando más comida para exportarla, prohibiendo a los irlandeses cazar, pescar, recolectar leña y pedir ayuda a otros pueblos. Debido a esto, cerca de un millón de personas tuvieron que emigrar [3], principalmente hacia América del Norte.
A su llegada a los EE.UU. muchos continuaron sin dinero y sin comida, y esto los orilló al reclutamiento en el ejército estadounidense, que ya para entonces se erigía como un ejército imperialista. Dentro de las fuerzas armadas la opresión contra los irlandeses continuó por su condición de migrantes y católicos, utilizándoles como carne de cañón bajo el déspota mando gringo [4]. Uno de esos irlandeses fue John Riley, nacido en Clifden, Irlanda entre 1812 y 1817 (el dato no es exacto), emigrando a los Estados Unidos en 1843, donde ingresaría al ejército yanqui en 1845.
La unidad donde estaba adscrito fue movilizada y acantonada en Texas en 1846, donde se construyó un fuerte militar utilizado por los Estados Unidos para generar confrontaciones contra México y seguir ocupando nuevos territorios. La declaración de “independencia” de Texas en 1836 fue desconocida por el gobierno mexicano quien envió al ejército nacional a realizar tareas de reconocimiento y defensa.
Tomando conciencia del plan anexionista y la guerra injusta de los EE.UU. John Riley desertó del ejército yanqui el día 12 de abril 1846, antes de la declaración de guerra, escribiendo más tarde: “En abril de 1846, escuchando solamente a mi consciencia, por la libertad de un pueblo contra el cual trajeron la guerra, por la agresión más injusta, me separé de las fuerzas norteamericanas.” [5]Él y otros entendieron que la opresión y la guerra de agresión contra México tenían el mismo carácter injusto que la ocupación británica contra Irlanda, despojando y oprimiendo a ambos pueblos. Esto, además de factores como la identidad católica entre los dos pueblos y las promesas de ciudadanía y tierra por parte del gobierno mexicano, influyó fuertemente en las filas migrantes del ejército gringo quienes además no tenían la ciudadanía norteamericana. Así, John Riley y 48 irlandeses más decidieron desertar y unirse al ejército mexicano antes de la declaración formal de guerra [6]. Algunos historiadores analizan que el grado de deserción durante esta fue uno de los más altos en la historia del ejército estadounidense con hasta 8.3%, lo que representa unos 4 mil soldados.
Así, formada dentro de la Legión de Extranjeros como “Voluntarios Irlandeses” bajo la dirección de John Riley, participaron el día 3 de mayo en la batalla del “Sitio de Fort Texas”, en donde habían sido acantonados antes. En los días siguientes participaron en la batalla de Matamoros. Estos fueron los primeros enfrentamientos en la guerra, la cual fue declarada días después el 13 de mayo por los Estados Unidos y 23 de mayo por México. Luego de esto, los solidarios irlandeses organizaron su propio batallón, el Batallón de San Patricio en referencia al santo patrono de Irlanda.
La batalla de Monterrey fue la primera en la cual participaron ya como Batallón de San Patricio. Como los Estados Unidos estaban desarrollando una guerra de agresión contra México las batallas consistieron principalmente en la defensa de varios lugares, estableciéndose una guerra de posiciones imposible de sostenerse ante la desigualdad de fuerzas y la falta de municiones. En esta batalla, los San Patricios probaron su heroicidad y capacidad técnica. Un aspecto de esto fue que en general ya contaban con experiencia militar en comparación con la mayoría de los voluntarios mexicanos. John Riley es un ejemplo de ello, pues antes de salir de Irlanda ganó experiencia en la artillería del ejército británico. Como él, otros integrantes del Batallón de San Patricio también tenían experiencia previa, lo cual se reflejó especialmente dentro de la artillería mexicana. Esto, y el arribo de efectivos del ejército nacional, permitió una mejor defensa contra tres olas de ataques yanquis, pero finalmente se debió atender la retirada de las tropas ante la superioridad numérica del enemigo.
Durante este tiempo las fuerzas del batallón crecieron principalmente por nuevas deserciones del ejército invasor. Así que además de irlandeses también hubo miembros de otros países. El segundo contingente más grande en su interior fueron los alemanes con trece soldados que, junto a algunos canadienses, ingleses, franceses, italianos, polacos, suizos, escoceses y esclavos negros que huyeron de los Estados Unidos, pelearon con honor junto al valiente pueblo de México. Con el tiempo el Batallón de San Patricio llegó a contar con dos unidades, aunque el número de sus efectivos no es preciso.

De acuerdo con algunos reportes, fue durante la batalla de La Angostura (también conocida como “Batalla de Buena Vista”), los días 22 y 23 de febrero de 1847, cuando los San Patricios levantaron por primera vez su bandera icónica en batalla, la cual se dice fue elaborada por los campesinos del área de los combates y las monjas de San Luis Potosí. La bandera portaba símbolos irlandeses como el arpa de Erin, el trébol y la consigna “ERIN GO BRAGH” (“Irlanda por siempre”), y por el otro lado, San Patricio mismo. La bandera del Batallón de San Patricio ondeaba con orgullo al lado de la bandera mexicana en los combates desafiando al invasor.
La batalla de La Angostura fue ciertamente dura, resultando en altos costos de vidas para ambos bandos. Los San Patricios perdieron cerca de una tercera parte de sus hombres, pero conquistaron grandes éxitos para las fuerzas mexicanas, incluido el hecho de capturar un par de cañones del ejército estadounidense siendo la primera vez en la historia que una fuerza en resistencia expropia este tipo de armas al ejército yanqui invasor. No obstante, el avance norteamericano obligó una vez más al repliegue. En el informe del General del ejército mexicano, Francisco Mejía, destaca que la compañía del Batallón de San Patricio era “merecedora del elogio más consumado, porque los hombres lucharon con desafiante valor». Después de esto el ejército mexicano ordenó condecorar a nacionales e irlandeses con la Cruz de Honor de La Angostura y ascendió a nuevos rangos a varios San Patricios. Riley alcanzó el grado de Capitán del ejército mexicano.
La siguiente gran batalla fue la de Cerro Gordo, Veracruz, los días 17 y 18 de abril de 1847; pero las fuerzas de la resistencia estaban bastante mermadas tanto por falta de municiones como de avituallamiento y alimentos, haciendo más difícil conservar la posición. Los San Patricios, la infantería y la caballería mexicana pelearon con honor, pero fueron obligados a retirarse hacia Jalapa, Puebla y finalmente la Ciudad de México.
La participación final de los San Patricios fue en la Batalla de Churubusco (en la Ciudad de México) el 20 de agosto 1847. Ahí junto a las tropas mexicanas lucharon denodadamente hasta que se agotaron todas las municiones; las fuerzas de la resistencia pelearon con tal valor que se batieron a puños y bayonetas contra el invasor hasta que fue imposible mantener la posición. Las palabras del heroico General Pedro María Anaya increpando al mando militar yanqui lo reflejan, “¡si hubiera parque, usted no estaría aquí!”. [7]
La orden del Estado Mayor mexicano era defender la ciudad hasta el fin, y así lo hicieron el valiente General Anaya y el Batallón San Patricio, quienes negándose a la rendición y la capitulación arrebataron banderas blancas y la vida de desertores en la primera línea de combate. La mayoría del batallón cayó o fue capturado en esta batalla. Entre los 85 capturados estuvo John Riley, herido durante el combate. Cincuenta de ellos fueron sentenciados a morir, otros de ellos que habían desertado del ejército estadounidense antes de la declaración de guerra, como John Riley, fueron azotados con 50 latigazos y marcados con hierro candente en la cara, con la letra “D» de desertores, y finalmente fueron encerrados y sentenciados a trabajos forzados [8]. Los prisioneros fueron liberados el 1 de junio de 1848 como parte del Tratado Guadalupe-Hidalgo. Algunos de los sobrevivientes regresarían a sus países de origen o recibirían dotación de tierras por el gobierno mexicano. Otros, como John Riley continuaron brindando sus servicios dentro del ejército mexicano y se perdieron en la historia.
Por todo esto y con justa razón hasta nuestros días, el Batallón de San Patricio es reconocido por su heroísmo en distintas partes del mundo, y claro, principalmente por México e Irlanda.

Este reconocimiento se refleja en la cultura popular en ambos lados del océano Atlántico hasta nuestros días y se observa en novelas (“Batallón de San Patricio” por Patricia Cox), películas (“Héroes sin patria” 1999), canciones (“St. Patrick Batallion” por David Rovics) y los actos cívicos y militares (“Banda de Gaitas del Batallón de San Patricio” y “Museo Nacional de las Intervenciones” en México), entre otras manifestaciones. Un busto de John Riley y una placa oficial con los nombres de 71 San Patricios se encuentra en la plaza de San Jacinto, en San Ángel, y dice: “En memoria de los soldados irlandeses del heroico Batallón de San Patricio, mártires que dieron sus vidas por la causa de México durante la injusta invasión americana de 1847”.
En la lucha de liberación nacional que desarrollamos y en el más alto espíritu del internacionalismo proletario es importante reconocer y reivindicar la abnegación y heroicidad con que peleó a lado de nuestro pueblo el heroico Batallón de San Patricio. Aquellos hombres quienes, reconociendo el error cometido de estar del lado de un ejército genocida, decidieron rectificar y cambiar de bando, poniendo sus experiencias, su energía y su vida al servicio al pueblo mexicano sin prejuicios de nacionalidad, idioma o geografía. Una hermosa muestra de internacionalismo que el pueblo de México no olvida, teniendo en alto aprecio al hermano pueblo de la Irlanda oprimida.
¡Honor y gloria al Batallón de San Patricio!
¡Abajo el imperialismo británico, viva Irlanda libre!
¡Abajo el imperialismo yanqui!
¡Vivan las luchas de liberación nacional!
Notas.
1. John Riley (en irlandés: Seán Ó Raghallaigh), también conocido como John Riely y en documentos mexicanos como Juan Reyle, Reley, Reely o Reiley.
2. Ejemplo de esto es la heroica resistencia de numerosas guerrillas anticoloniales como las encabezadas por Juan Nepomuceno Cortina que desde 1842 y hasta 1846 realizaron acciones de sabotaje y hostigamiento contra la proclamación de “independencia” de Texas, que en los hechos representó el despojo de nuestro territorio, el desplazamiento forzado de nuestro pueblo y su anexión instalándose una base militar de los EE.UU. lo cual sería la señal inequívoca para el inicio de la guerra. Las guerrillas mexicanas combatieron desde ese periodo la intervención militar yanqui y continuaron peleando contra la también intervención militar francesa hasta 1867.
3. Como no existen números oficiales de la población antes de aquella ola de genocidio las estimaciones de muertos varían mucho. De acuerdo con las cifras más conservadores que se conocen, Irlanda perdió cerca de 1.5 millones en población entre 1841 y 1851, pero otras estimaciones cuentan hasta más de 5 millones de muertos.
4. Según reseñas de la historia nacional, los migrantes europeos al interior del ejército norteamericano eran castigados constantemente por el mando militar debido a su frustración tras los primeros combates con el ejército mexicano. Por ejemplo, el 25 de abril de 1846 las tropas mexicanas propinaron una humillante derrota al ejército gringo en Texas dando muerte a once soldados gringos, hiriendo a otros seis y capturando a un total de 63 elementos; tras esto el Congreso de EE.UU. aprobó la declaración de guerra el 13 de mayo de ese mismo año. Como los yanquis observaban las simpatías morales y religiosas de los irlandeses con el pueblo mexicano, sometían a castigo a los primeros. Esto, sumado a los volanteos mexicanos escritos en inglés y repartidos clandestinamente entre las filas del ejército gringo alentó la deserción en masa de los migrantes.
5. John Riley to the president of Mexico, British Public Records, Foreign Office. Traducción nuestra con base al libro “The Rogue’s March: John Riley and the St.Patrick’s Battalion”: “In the month of April 1846, listening only to the advice of my conscience for the liberty of a people which had war brought on them by the most unjust agression, I separeted myself from the North American forces.”
6. Las tropas de Riley cruzaron el Río Bravo portando sus armas y uniformes, solicitando asilo al ejército mexicano. El 11 de abril de 1846 la Gaceta de Matamoros señalaba que “43 desertores y seis esclavos negros pertenecientes a los oficiales estadounidenses habían buscado refugio cruzando el río”.
7. La Ciudad de México fue el último gran bastión de la resistencia nacional y el pueblo se unió a la causa llegando voluntarios de diversas partes del país. Además, la ley marcial emitida por el gobierno mexicano ordenó enlistar a hombres de entre 15 y 60 años para la defensa de la patria formándose unidades guerrilleras, reservas de la guardia nacional y una legión extranjera con emigrados radicados en la capital del país. Uno de los últimos bastiones de la resistencia nacional fue el Castillo de Chapultepec, donde se encontraban acantonados los cadetes del Colegio Militar y tropas del ejército mexicano pertenecientes al Batallón de San Blas; ahí entre los días 12 y 13 de septiembre caen en combate los Niños Héroes y el Teniente coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, quien fue ascendido post mortem al rango de Coronel de Infantería en 1853. Es importante destacar que las ejecuciones de los San Patricios capturados y sentenciados a muerte se realizaron los días 10 y 13 de septiembre respectivamente. Estas últimas se planearon para ser coordinadas con el asalto al Castillo de Chapultepec como un escarmiento del imperialismo yanqui contra los irlandeses para que vieran izarse la asquerosa bandera gringa sobre el Castillo de Chapultepec en señal de la derrota mexicana.
8. Por el odio especial que el ejército yanqui le tenía al bravo Capitán John Riley le fueron propinados 59 latigazos porque el general estadounidense “perdió la cuenta”. Riley fue marcado dos veces con el hierro en su rostro ya que la primera vez “accidentalmente” le fue marcada la letra “D” al revés.