Editorial de AND: Trump, amenazas como chantaje

A continuación compartimos una traducción no oficial del último Editorial publicado por A Nova Democracia.

El verdadero ataque colérico proteccionista de Trump, especialmente la imposición de altos aranceles al acero y al aluminio importados de todo el mundo, así como la guerra comercial con la que pretende chantajear al socialimperialismo chino y al resto del mundo, en resumen, es una demostración de la crítica situación de decadencia en la que ha entrado el imperialismo yanqui, como ocurre siempre que una superpotencia utiliza la amenaza para chantajear. Aunque este mismo imperialismo yanqui siga en su condición de superpotencia hegemónica única.

Tales aranceles son la admisión de que, en mera competencia monopólica, los yanquis no pueden superar el poder comercial de China, sostenido por la máxima explotación del proletariado chino, corporativizado y sometido a múltiples formas de dominación política del sistema revisionista y anticomunista de la camarilla de multimillonarios encabezados por Xi Jinping. Un ejemplo es la industria siderúrgica china, hoy responsable de la mitad de la producción mundial de acero y que está invadiendo el mercado norteamericano, para desesperación de los grandes industriales norteamericanos en este campo. Incluso con los aranceles anteriores, el acero chino es más barato que la producción nacional de Estados Unidos, al igual que ocurre en otros países, como Brasil.

Sin embargo, y en segundo lugar, los aranceles -aunque tienen una razón económica en sí mismos- son mucho más un medio que un fin. Con ellos, Trump pretende, en relación con China, negociar su retirada de la guerra en Ucrania, para llegar de inmediato a una base de acuerdo con Rusia para crear la situación de socavar su alianza con China queriendo aislar a esta última, que es su principal competidor económico, al igual que el objetivo de recuperar el control del Canal de Panamá es impedir el avance comercial de China allí para imponer las condiciones que garanticen el mantenimiento de Japón, Corea del Sur, Taiwán y otros como sus esferas de influencia en la región de Asia-Pacífico. También tiene la urgencia de hacer frente a la crítica situación en Oriente Medio. Por su parte, el socialimperialismo chino, tan consciente de los objetivos yanquis y ahora con Trump con el bastón de mando, no se lo pondrá fácil, al contrario, juega astutamente las estrategias que ha preparado, moviendo las muchas piezas que pacientemente ha acumulado en el tablero mundial, en décadas de crisis del sistema. Es obvio que cuanto más tiempo persistan las zonas de guerra y se agudicen las contradicciones en otras zonas con los yanquis, más avergonzados y empantanados estarán. Mientras China esgrime el bloque de intereses económicos aparentemente opuestos a la dominación mundial yanqui (BRICS) -en realidad, un escenario de colusión imperialista China-Rusia que busca postergar lo más posible el estallido de sus luchas latentes-, alimenta ilusiones de tener la disposición de imponer un nuevo orden mundial a los yanquis, cuando no es más que una cortina de humo sobre la correlación real mundial de las fuerzas, de llevar a cabo su estrategia de dominación comercial mundial, que tiene como su base sólida el gran complejo de la Nueva Ruta de la Seda, además de otros derivados ya en marcha en África y penetrando en América Latina. La consecuencia inmediata, como ya se ha expresado, es una guerra comercial a gran escala, por lo tanto, que causa conmociones y desórdenes en el mercado global, intercalados con colusiones temporales.

Además, los aranceles de Trump también son formas de obligar a los países oprimidos a seguir su dictate, como en el caso de México y Colombia; lo mismo ocurrirá con Brasil, en breves, para someter y pisotear aun más al gobierno de turno y favorecer al bolsonarismo en 2026.

Con las medidas arancelarias, Trump pretende chantajear a China y a todos los puntos débiles de su zona de influencia y semicolonias para mantener sus posiciones, pero si calcula mal, puede favorecer que otras potencias ocupen su lugar en cada zona. Hoy, los volúmenes de los aranceles yanquis se acercan a los niveles de la Segunda Guerra Mundial: más que una curiosidad, esto es una muestra del volumen de contradicciones que tales aranceles buscan manejar. Es un juego peligroso, al que recurren los imperialistas en momentos delicados de su crisis, ahora mayor y tormentosa.

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El discurso del nuevo presidente de la Cámara de los Diputados, Hugo Motta, ahijado de Lira, sobre el 8 de enero, no sorprende a nadie, excepto a los tontos. Ni siquiera a los partidarios del gobierno que, cínicamente, fingieron estar asustados por la declaración, como si no supieran. Todos, incluido el gobierno, sabían que Hugo Motta estaba a favor de la amnistía y era crítico con el juicio llevado a cabo por el STF, como cualquier bolsonarista. La escenificación de sorpresa por parte de los partidarios del gobierno sólo es un juego de cara al público: después de todo, si los parlamentarios del PT y los ministros del gobierno dijeran que ya lo sabían, todos preguntarían, con justicia, por qué apoyaron a este mismo Hugo Motta como presidente de la Cámara.

El caso es que la “Propuesta de Ley de Amnistía” para las “gallinas verdes” tiende a avanzar; será la demostración más rotunda de que esta derecha parlamentaria tradicional tiene toda la vocación de ser una base parlamentaria para respaldar el fascismo, tan pronto como se presenten las condiciones para ello. No deja de ser un retrato perfecto de la “democracia brasileña”, cuyo régimen resurgido en 1988 siempre ha alimentado a la extrema derecha y dado cobijo al fascismo para que se reprodujera desde sus entrañas. Gobernar con esta gente y para esta gente – como lhace Luiz Inácio – desmoralizar a las masas, a los símbolos de la izquierda y agitando a las bases de la derecha, solo puede resultar en garantizar un nuevo ascenso de la extrema derecha.

Los demócratas y revolucionarios, dirigentes obreros, campesinos, indígenas, remanentes de quilombolas, mujeres, estudiantes y muchos otros deben, con mayor razón ahora, movilizar incansablemente a las masas populares; esta, que es una tarea permanente, es ahora aun más importante. Sólo movilizadas en la lucha por la conquista de los derechos económicos y políticos, las amplias masas populares pueden distinguir a la reacción y a su verdadera vanguardia en demarcación con todo el oportunismo electorero pintado por la reacción como de izquierda y comunista: no hacerlo es garantizar el mejor terreno para la ofensiva de la extrema derecha. ¡Desechar ilusiones y prepararse para la lucha!

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