
AND Editorial: La crisis institucional no cesará
A continuación publicamos una traducción no oficial del último editorial publicado por A Nova Democracia.
Los mensajes intercambiados por los asesores del ministro Alexandre de Moraes son un nuevo elemento en favor del bolsonarismo. En ellos, los asesores revelan, en tono informal, los “cismas” del ministro con determinadas figuras bolsonaristas, con búsquedas arbitrarias de hechos que respaldasen y diesen justificación para aplicar penas previamente definidas. El efecto esperado por el bolsonarismo es más político que técnico: como presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), jefe de la Asesoría Especial de Lucha contra la Desinformación y relator de la investigación de las “fake news”, el ministro del STF tenía justificación y apoyo para actuar con “poder policial”. Es decir, de forma activa (aunque sea cuestionable la legalidad de tal concentración de poder, que incluye fiscalizar, investigar y juzgar). Pero, desde el punto de vista político, la cosa cambia: objetivamente, tales mensajes respaldan, para las hordas de “gallinas verdes” [Nota del traductor: forma de denominar a los fascistas en Brasil], la tesis contra Bolsonaro de persecución política que las moviliza.
La aparición de este reportaje no es sólo un reflejo de los intereses bolsonaristas. Hay una profunda crisis institucional en el País, que tiene su origen en divergencias nunca resueltas en el núcleo duro de los ideológicos de las clases dominantes y del establishment, sobre el papel constitucional de cada institución. El Tribunal Supremo Federal se atribuye a sí mismo el papel regulador de los conflictos y “Poder Moderador”, y respalda tal interpretación con el hecho de que la Constitución de 1988 da peso constitucional a un volumen muy grande de cuestiones legales; el Alto Comando de las Fuerzas Armadas (ACFA) también se atribuye a sí mismo el papel de “Poder Moderador”; también apuntando a la constitución, particularmente al artículo 142, como respaldo a esa interpretación, según el cual es de los militares la responsabilidad de garantizar el funcionamiento de los poderes constitucionales, y lo que subyace, controlarlos en los momentos críticos; el Congreso Nacional, a su vez, tiene contradicciones con ambos en la medida que todos ellos tienden a atropellar sus atribuciones, pero hoy principalmente las tiene con el STF. Los propios monopolios locales de prensa, como portavoces de los sectores más poderosos de las clases dominantes, han dado la orden de decir “basta” a la acción ofensiva del STF.
Esta serie de reportajes debe ser comprendida de esta manera, y como producto último de la profunda crisis institucional que impide la mayor estabilización de la situación política; tal como debe ser así comprendida la nueva etapa de “crisis entre los poderes” con la decisión del STF de poner fin a las “enmiendas parlamentarias positivas”.
Sintiendo que la situación le es ahora más favorable, Bolsonaro volvió a mostrarse al público. Confirmó su presencia en el acto por el impeachment de Alexandre de Moraes que ocurrirá el día 7 de septiembre, en São Paulo, en presencia del fariseo Silas Malafaia y otros de la tropa recua. Aún dice que el ministro tiene “problemas personales” con él. El impeachment de hecho, no debe ocurrir, pero innegablemente debilita la posición del ministro del STF. El gran objetivo de la extrema derecha bolsonarista es, a través del desgaste a la legitimidad del STF, elevar el coste de una condena a Bolsonaro por tentativa de golpe de Estado, quizá impidiéndola y así, retomando la iniciativa en el propósito de cohesionar y reanimar a las “gallinas verdes” después de los golpes sufridos con la malograda bolsonarada del 8 de enero. En este sentido, el fracaso del gobierno del oportunismo y de la derecha tradicional, con su invariable conciliación de clases y servidumbre al latifundio bolsonarista del “agronegocio”, ayuda aun más bolsonarismo: cuanto más fracasa el oportunismo en el gobierno, en la medida en que realiza un programa de gobierno de derecha, más favorece el retorno del bolsonarismo. Al final, para ser un gobierno de derecha, nada más coherente que asumir esa misión el propio bolsonarismo. El oportunismo, al realizar un gobierno de derecha diciéndose de “izquierda”, sólo contribuye a confundir ideológicamente a las masas y tornarlas en presas fáciles del eclecticismo, que es la forma ideológica que toma el sector mas orgánico de la extrema derecha: el fascismo.
A las fuerzas democráticas, progresistas y populares, les urge, mientras tanto, centrar su atención y acción en el desarrollo de las luchas clasistas y combativas. Las masas populares, sobre todo los pobres del campo, están bajo la severa ofensiva bolsonarista del latifundio, la “invasión cero”, como demuestran los últimos acontecimientos en MS [Nota del traductor: Mato Grosso do Sul] y en PR [Nota del traductor: Paraná], que implican al pueblo Guarani-Kaiowá en su lucha contra una tropa paramilitar del latifundio. Para ellos, por ejemplo, ha sido fundamentalmente indiferente cuál es el gobierno de turno: en los primeros gobiernos del PT, de 2003 a 2015, la muerte de indígenas creció un 168% por la ampliación del agronegocio apoyado por el gobierno – y en aquel contexto no existía la disculpa de que el Congreso era hostil, ya que el gobierno tenía mayoría absoluta en todas las casas legislativas. Es esa base social-latifundista la que nutrió y financió, como sigue financiando el fenómeno bolsonarista, armados por la política de mimos y halagos del latifundio; esta base social sigue imponiendo una guerra civil reaccionaria bajo las barbas del “Estado Democrático de Derecho” vigente contra los pobres del campo y de las favelas y periferias de las ciudades, con la connivencia y contribución de las tropas oficiales del viejo Estado. Por tanto, las disputas palaciegas, sean cuáles fueren sus desdoblamientos, no son capaces de alterar la esencia de la situación. Los luchadores populares, que aún depositan esperanzas en el cetro de Alexandre de Moraes, deben abandonar las ilusiones y prepararse para la lucha seria.